Las declaraciones del presidente de UNO, Gonzalo Sanz, realizadas en el marco de un encuentro con la prensa especializada para explicar los motivos de su decisión de abandonar el timón de la patronal logística, han levantado ampollas en el sector del transporte por carretera.
Entre las ‘perlas’ soltadas, Sanz aseguró que “la mayoría de las empresas de transporte en España tienen sus flotas fuera” y cuestionó, por ejemplo, la presencia de los centros de transporte en el Comité Nacional. Pero una de las críticas que más escocieron fue la referida a las ayudas a la formación, tras denunciar “irregularidades” y calificar de “perverso” el actual sistema de reparto de los fondos de Fomento entre las patronales del sector en función de su peso en el Comité.
La respuesta de CETM, principal beneficiaria de las ayudas, con 14,7 millones sumados desde 2005, no se hizo esperar y emitió un duro comunicado en el que tildó de “falsa” la denuncia de la patronal logística. Sin entrar en disquisiciones sobre el mayor o menor control por parte del Ejecutivo de las acciones formativas, llama la atención que precisamente ahora haya decidido contestar CETM, ya que no es la primera vez que se cuestionan las ayudas.
Ya en la Asamblea de UNO, celebrada en noviembre, Sanz reclamó la modificación del modelo de distribución de los fondos de formación para que lleguen a los trabajadores. Entonces, ¿por qué ahora…? ¿Habrá removido conciencias?
Sanz se va con la espina clavada de no haber completado el reto de una mayor integración entre las patronales del sector, excesivas a todas luces. Aunque tal y como está montada la ‘cosa’, parece complicado.
Es evidente que es necesario modificar el sistema para lograr un mejor reparto de los dineros públicos y que la formación deje de ser una asignatura pendiente en pleno siglo XXI, pese a que en los últimos nueve años se hayan destinado más de 41,3 millones a este fin. Pero, claro, ¿y de qué vivirían las asociaciones…?
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