Nuestro sector ya está acostumbrado a trabajar en entornos hostiles
Cualquiera que esté atento a las informaciones económicas, habrá captado la enorme incertidumbre que nos envuelve en relación al año que viene. La “horquilla” de previsiones es muy amplia y las revisiones son constantes. Sin embargo, hay algo en lo que todas coinciden: las correcciones son siempre a la baja, incluso las de nuestro Gobierno quien, a su pesar, se suma a las rebajas en las previsiones de crecimiento de nuestro PIB que se han venido dando desde organismos internacionales (FMI o la OCDE) y nacionales (CEOE, Funcas, AIReF o el Banco de España), o analistas como PwC o BBVA Research. En 2023 España crecerá entre un 0,7% y un 1,8%, según estos expertos que ya han acuñado el concepto de “recesión técnica” dado que la inflación no da señales de olvidarse de nosotros.
Datos muy preocupantes son, el crecimiento de más del 20% en concursos de acreedores, el récord histórico de endeudamiento público y que sea este sector, el público, el que cuente con medio millón más de empleados que en 2018 mientras que el sector privado ha perdido 700.000 trabajadores.
Estas correcciones a la baja y la enorme incertidumbre que rodea el panorama económico mundial forman un binomio desfavorable para el transporte por carretera, un sector tremendamente dinámico y sensible a cualquier “tropiezo” económico dado sus estrechos márgenes de rentabilidad.
Nuestras empresas tendrán que adecuar su capacidad, teniendo en cuenta que sus costes se dispararán un 10%, en un entorno normativo nuevo, al que también deberán adaptarse. Ojalá que el próximo año empiecen a materializase los, hasta ahora, etéreos fondos Next Generation.
Nuestro sector ya está acostumbrado a trabajar en entornos hostiles; esperemos que los escollos que depara 2023 no lo hieran de gravedad.
Ramón Valdivia
rvaldivia@astic.net