Nunca habría imaginado que el mundo de hoy sería una distopía tan real, alejada del mundo evolucionado y sostenible al que siempre nos remitimos como objetivo
Diciembre 2021: Se alcanza un acuerdo para desconvocar el paro de las empresas de transporte. El acuerdo, especialmente relevante para transformar el paradigma del transporte en España, incluye el avance de manera efectiva hacia la implantación de las 44 toneladas.
Marzo 2022: Real Decreto Ley 3/2022 de 1 de marzo. Leo textualmente. “En el plazo de 9 meses desde la entrada en vigor del presente real decreto-ley, se modificará el anexo IX del Reglamento General de Vehículos, aprobado por el Real Decreto 2822/1998, de 23 de diciembre. Aumentar los ámbitos en los que se pueden utilizar las 44 toneladas para el transporte de mercancías por carretera, mediante el establecimiento de un calendario progresivo de implantación, con la participación del Comité Nacional del Transporte por Carretera”.
Marzo 2025: ¿Ha ocurrido algo? ¿Alguien nos podría contar los motivos de esta ausencia normativa? ¿Cuál es la causa de esta desatención a la industria que ha acomodado y cumple con toda la nueva regulación publicada -alguna con urgencia- desde 2022? ¿Hemos dejado de hacer algo, más allá de ser cargadores responsables certificados (CCR), situar al “conductor al frente” de la cadena de suministro, acreditar una logística ética y establecer un renovado diálogo respetuoso con el sector del transporte? No existen explicaciones para este kafkiano escenario de desconfianza y falta reiterada de compromiso.
Decido ir a la pastelería a comprar un pastel de aniversario con tres velitas, para celebrar el feliz cumpleaños de una normativa que aún sin haber nacido, es ya vieja como reivindicación, pero que podría ser todavía audaz si se la tomara en serio como un motor real de competitividad y empuje a la economía.
¿Competitividad? ¿Concentración de carga? ¿Eficiencia? ¿Equiparación europea? ¿Sostenibilidad? Nunca habría imaginado que el mundo de hoy sería una distopía tan real, alejada del mundo evolucionado y sostenible al que siempre nos remitimos como objetivo. Una sociedad similar en valores a los de Star Trek.
Voy a relajarme, voy a mirar un capítulo de esta mítica saga que aun estando en un mundo ideal, proyecta siempre dilemas morales. Relájate, Jordi, que empieza el capítulo y, en medio del episodio ¡Zasca! Me aparece el eterno dilema trekkie del Kobayashi Maru. El perpetuo problema irresoluble al que se enfrentan los cadetes de la flota estelar en su entreno para ser capitanes. Un dilema irresoluble que analiza la psicología del evaluado ya que tiene que elegir entre el deber de salvar a la tripulación, abandonar la nave a la destrucción o morir en acto de servicio. Cualquiera de las tres opciones escogidas conduce al fracaso evidente de la misión. Lo único que determinará la aptitud del evaluado para ser capitán es como viva la experiencia y la creatividad que demuestre durante una situación tan extrema.
Apago la tele, voy a comerme el pastel de cumpleaños de las no-44 toneladas. A nadie le amarga un dulce.
Jordi Espín
jespin@transprime.es