El Tribunal de Cuentas Europeo pide a la Comisión más control sobre los proyectos portuarios cofinanciados con Fondos Estructurales y de Cohesión tras señalar que sólo en 11 de los 27 enclaves auditados se identificaron objetivos de política de transporte. En el caso de España, los datos recogidos en el informe son igual de contundentes. Sólo 4 de los 12 proyectos seleccionados fueron considerados “eficaces”, aunque la Comisión puntualiza que algunas inversiones contribuyeron a otros fines de desarrollo regional. Con todo, lo que sí queda claro en el informe es la ausencia de una planificación adecuada.
La cuestión no es baladí, sobre todo con la que está cayendo. La crisis ha dejado en evidencia el despilfarro en infraestructuras, en el que han participado las Comunidades Autónomas y los gobiernos de turno. Así, nos encontramos con kilómetros y kilómetros de muelles en los puertos españoles que están vacíos, algunos, incluso, sin conexiones terrestres, y plataformas logísticas ociosas, por no hablar del ingente derroche económico que ha supuesto la construcción de aeropuertos varios, que son verdaderos fantasmas de cemento sin negocio, de muy difícil justificación. La ministra de Fomento, Ana Pastor, afirmó recientemente que “el tiempo de las obras faraónicas se ha terminado”. Sin embargo, a renglón seguido presentó una nueva propuesta de desarrollo de la Red Transeuropea de Transporte en España, que incluía la friolera de 51 nodos multimodales, que el propio sector tachó de “disparate”. Se acabó la fiesta. Es hora de poner en valor las actuales infraestructuras de transporte y gestionar correctamente los dineros públicos.
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