Tribuna libre  | 

Alemanes

Jesús Galindo

En Alemania, los acuerdos para amortiguar los efectos negativos de la crisis económica se alcanzaron cuando llegaban los primeros ecos. Aquí, en España, disfrutábamos de un presidente patronal más preocupado de lo suyo y unos sindicatos más pendientes de lo otro

No hace tanto tiempo, 250 años, Carlos III, que no sólo era el alcalde de Madrid, se puso manos a la obra para solventar un problemilla en el reino. Viajar de Madrid a Cádiz, entonces centro burocrático del negocio ultramarino español, era una aventura.

Tierras yermas de todo, salvo de bandoleros. No improvisaron nada. La colonización andaluza la protagonizaron miles de alemanes y flamencos, católicos y alfabetizados, cuyas tierras se ponían a salvo de la mesta, de la concentración señorial y con exenciones fiscales. Todavía hoy se distingue en zonas como La Carolina (Córdoba) la abundancia de rasgos físicos germánicos, exactamente igual que en La Ribera navarra, aunque estos últimos se asentaron con las hordas que tumbaron el Imperio.

Evidentemente, hablamos del pasado porque la regente alemana, la Merkel, ha pisado suelo español y en la cartera dicen que trae, como Carlos III, un edicto para invitar a los alfabetizados a que refuercen el inmenso campo industrial germano.

No están despoblados, ni llenos de bandoleros. Teniendo en cuenta que un par de generaciones concienciadas pueden dar la vuelta a cualquier país, no debe extrañar las diferencias entre estas dos fotografías fijas de la historia.

El problema es de formación e información. Por ejemplo, en la política económica, los institutos económicos alemanes, independientes, analizan y opinan… y los políticos escuchan, analizan y actúan. Un vistazo a la crisis evidencia una anticipación y rigor en la toma de decisiones que se refleja en la economía. Del mismo modo, en la empresa, las estrategias y acciones avanzan a un ritmo diferente.

En Alemania, los acuerdos para amortiguar la crisis, en costes para la empresa y en menor recorte de empleos, se alcanzaron cuando llegaban los primeros ecos. Aquí disfrutábamos de un presidente patronal más preocupado de lo suyo y unos sindicatos más pendientes de lo otro, pero, en general, montados en un sistema laboral irracional armado durante años con apaños y sin visión de futuro.

La Merkel, ahora, viene a pasar revista, seguramente se acercará al Palacio de Oriente, cuyo primer inquilino, una vez rehabilitado por los Borbones, fue Carlos III, aquel que llamó a los alemanes a colonizar sus tierras del sur. En sus 3.418 habitaciones encontrará parte de los males del país. Sobre todo cuando le cuenten que a Carlos III el chalé le pareció pequeño.

Jesús Galindo Subdirector de Empresa XXI

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