Sería un error mayúsculo dejar pasar esta oportunidad para convertir este sector esencial y estratégico en uno de los principales pilares económicos.
España juega una buena mano, pero aún necesita coger mejores cartas para ganar la partida y convertirse en hub logístico de referencia internacional. La digitalización, la transición energética y la falta de infraestructuras adecuadas en algunas regiones, con el foco en el tren de mercancías, el talón de Aquiles del sector, son algunos de los principales desafíos a los que deberá hacer frente la logística y el transporte, un pilar esencial dentro de una economía cada vez más interconectada y globalizada.
Nada nuevo bajo el sol, salvo por el hecho de que esta ambiciosa hoja de ruta ha quedado inmortalizada en el “I Informe de la Competitividad Logística de España y sus Comunidades Autónomas”. Este documento, elaborado por la patronal UNO, en colaboración con el centro de investigación Zaragoza Logistics Center (ZLC), pone negro sobre blanco la verdadera dimensión del sector, factor clave de la competitividad de la industria.
Tras el análisis de indicadores como el impacto en el PIB, el empleo, el precio del suelo, la presión fiscal, el número total de empresas y nodos logísticos o el transporte de mercancías, entre otros, España está en disposición de seguir exhibiendo músculo. Pero aún quedan deberes que acabar para allanar el camino de esta exigente carrera hacia la competitividad logística. ¡Que no son pocos!
Entre las asignaturas pendientes, la lupa sigue sobre el ferrocarril de mercancías, donde España está en el furgón de cola de la UE, con la pública Renfe Mercancías empantanada en los números rojos.
Los problemas son de sobra conocidos. El hecho de contar con solo dos accesos de entrada y salida de mercancías hacia Europa, junto con el cambio de ancho de vía en frontera y las restricciones de peso y gálibos, frena la conexión ferroviaria y limita las toneladas transportadas. Y la infinidad de obras en marcha y programadas para mejorar las vías no invita al optimismo.
Las soluciones, por suerte, también son de sobra conocidas. Lo malo es que no se escucha a los expertos. Y así, por muchos planes de impulso que se sigan dibujando y poniendo encima de la mesa, la cuota modal seguirá en ese pírrico 4 por ciento, que ni llega. Un mal que se ha hecho crónico.
También hay mucho recorrido en carga aérea. Pese a que España tiene cuatro aeropuertos en el ‘Top 35’ de Europa, sigue muy lejos de los líderes europeos. Esta realidad queda reflejada en el indicador de competitividad aduanera, donde nuestro país se sitúa, al igual que en el caso de la intermodalidad ferroviaria, a la cola del ranking. Es crucial mejorar la infraestructura aeroportuaria, especialmente en aquellas pistas con mayor tráfico de carga y, sobre todo, simplificar y agilizar los procedimientos paraduaneros y los tiempos de inspección. Y no es un problema de la Aduana en sí, sino de una falta clara de personal.
Y en el debe aparece, igualmente, la fiscalidad, donde España también registra debilidad competitiva respecto a la media europea, con un sistema impositivo poco estable y muy exigente, como denuncian las empresas, un hándicap a la hora de atraer inversión.
Pero no todo son malas noticias. Entre las fortalezas y oportunidades destaca el aprovechamiento del suelo destinado a instalaciones logísticas, la situación de pleno empleo en el sector, la posición estratégica, la situación energética o el crecimiento de la influencia del sector en el PIB, con cerca del 7 por ciento, donde España ocupa el quinto lugar de los países europeos. Tampoco pinta mal la evolución en el Índice del Desempeño Logístico, que refleja la eficacia de las cadenas de suministro globales. En los últimos catorce años, España ha pasado del puesto 26 al 13 en el mundo. Además, los principales puertos españoles, como Algeciras, Valencia y Barcelona, desempeñan un papel crucial en el comercio internacional, facilitando el tránsito de mercancías entre Europa, África y América.
La fotografía ya está hecha y pasada a papel. Solo queda esperar que los políticos de turno tomen buena nota. El ministro de Transportes, Óscar Puente, acostumbrado a meterse en mil jardines, pocas veces relacionados con el sector, haría bien en dedicar unos minutos de su tiempo a esto de la logística y el transporte, motor clave para el desarrollo económico y la competitividad de España. ¡Qué no se le olvide que hablar de transporte y movilidad también implica a las mercancías!
Sin una logística competitiva, como quedó de manifiesto en la pandemia, donde esta actividad se hizo visible para el conjunto de la sociedad, un país dejaría de funcionar adecuadamente, con serias interrupciones en la cadena de suministro. Sería un error mayúsculo dejar pasar esta oportunidad para convertir este sector esencial y estratégico en uno de los principales pilares económicos. Hay trenes que no se pueden dejar escapar y este es uno de ellos.