Aena Aeropuertos, que arrastra una deuda de 14.900 millones, se ha dotado de un nuevo organigrama que, como ya avanzó la ministra Pastor, persigue reducir costes y ser más flexible de cara a poner en marcha un plan de negocio que pasa por la expansión internacional y por la entrada de los privada en el capital de la pública, esto último cuando la coyuntura económica así lo permita. En el nuevo organigrama destaca la amortización de tres direcciones generales, la creación de un nueva (Red de Aeropuertos) y la potenciación de las áreas comerciales y de prestación de servicios. No hay nada que objetar a la nueva estructura, más si su fin último es reducir costes después de los fastos de los últimos años, a excepción de que una vez más se relega a la carga aérea al furgón de cola. Y es que Clasa, la filial de Aena que se dedica a la promoción de la carga aérea en España y a gestionar los centros logísticos de las pistas de Barajas, Barcelona y Valencia, pasa a depender de la Dirección de Servicios Comerciales y Gestión Inmobiliaria.
Hasta el momento de esta reestructuración, Clasa reportaba directamente al presidente de Aena, lo que tampoco era una aval de que prevaleciese su rol de promotor de la carga frente al inmobiliario, aunque ahora ya es más evidente que lo que se persigue es fomentar su perfil de ‘casero’. Lo cierto es que, poco a poco, Clasa ha reducido sus esfuerzos en la comercialización del ‘cargo’, un terreno en el que queda mucho por hacer, hasta el punto de ser una herramienta óptima para ayudar a que las empresas españolas vendan en el exterior. No hace muchos años, en la Dirección Comercial de Clasa que comandaba Javier Arán, se hablaba principalmente de cómo promover el producto ‘cargo’. La nueva organización de Aena hubiese sido el escenario idóneo para darle a Clasa la ubicación y el mandato de volver a comercializar sin ambages la carga aérea en nuestro país, pero se ha revelado que es una oportunidad perdida.