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Concentración empresarial

El transporte de mercancías por carretera cambia de carril

La escasez de conductores profesionales, la transición energética, el incremento de los costes, la hiperregulación del sector, la digitalización o la intermodalidad son algunos de los desafíos a los que se enfrenta el transporte de mercancías por carretera en nuestro país en un contexto en el que las proyecciones indican un crecimiento del 60 por ciento en la demanda de movilidad para 2050 en comparación con la década pasada. Dar respuesta a esta creciente exigencia prestando un servicio de transporte óptimo y eficiente es un reto mayúsculo para un tejido empresarial que se caracteriza por su enorme fragmentación. Una fragmentación que durante muchos años ha lastrado la productividad de nuestro sector, convirtiéndole en el eslabón de la cadena de suministro más débil a la hora de negociar con clientes y proveedores y estigmatizándole de “sector poco atractivo” frente a las nuevas generaciones que podrían aspirar a la profesión de transportista.

Sin embargo, esta atomización parece estar revirtiéndose tímidamente en los últimos años gracias a grandes operaciones corporativas de fusiones y adquisiciones (lo que los entendidos denominan ‘M&A’, de “mergers and acquisitions”) por parte de fondos de inversión -nacionales y extranjeros- y empresas de transporte. Movimientos corporativos cuya inmediata consecuencia es la paulatina reducción del número de empresas que pueblan el mapa del transporte de mercancías por carretera de nuestro país: si en 2021 se contabilizaban 105.902, a fecha de 1 de abril hay registradas en España 99.164 compañías en este sector.

Un larguísimo rosario de pequeñas empresas que han caracterizado el sector español durante muchos, muchos años, pero cuya propuesta de valor empieza a declinar en el marco actual que nos exige a todos hacer frente a retos difíciles de conseguir, mucho más difíciles con flotas y plantillas tan reducidas: el 51 por ciento de ellas cuenta con un único vehículo, elevándose al 86 por ciento la proporción de compañías con 5 o menos camiones y sólo el 2,6 por ciento dispone de más de 20.

Llevamos años anunciando la necesidad de fomentar el incremento del tamaño de las empresas de nuestro sector ya que es algo que influye en prácticamente todos los factores que determinan el éxito empresarial: acceso a financiación, ayuda en la internacionalización, mejor formación de los empleados y mayor capacidad de atracción y retención del talento profesional. Dimensionar adecuadamente la envergadura de nuestras compañías representa un desafío titánico que requiere, para empezar, medidas correctoras del escenario actual en los ámbitos fiscal y laboral y crear un marco de seguridad jurídica que incentive la creación de un tejido de empresas de tamaño medio-grande.

Hoy día las grandes compañías de nuestro país son precisamente las más castigadas en un asfixiante terreno de juego sobrerregulado. Organizaciones que están obligadas, por ejemplo, a registrar un plan de igualdad, implantar un plan de RSC, disponer de un canal de denuncias o establecer protocolos de compliance. Sin contar con las abrumadoras obligaciones fiscales a las que se ven sometidas o los altos costes sociales que asumen. Todas estas exigencias desestimulan el crecimiento empresarial en nuestro sector en el que, además, existe una estructura fiscal desequilibrada que favorece a las empresas más pequeñas mediante la perpetuación del régimen de módulos, una rara avis en el conjunto de sistemas fiscales europeos; y en el que las grandes no pueden beneficiarse de las ayudas que la Administración concede para digitalizar el transporte.

Es esencial asegurar la estabilidad legal y regulatoria, así como la confianza en las instituciones si queremos mantener esta tendencia de concentración empresarial.

Ramón Valdivia

rvaldivia@astic.net