Continúa el goteo de empresas de transporte de mercancías por carretera obligadas a echar la persiana, asfixiadas por las deudas y la falta de liquidez. Tras un 2009 ‘horribilis’, los datos de 2010, año en el que tocaba renovar las tarjetas de transporte, un buen termómetro para comprobar el estado de salud del sector, son demoledores.
El pasado año dejaron su actividad un total de 8.686 empresas y se produjo una merma de más de 40.000 autorizaciones, lo que se traduce en una caída de la flota próxima al 11 por ciento, según la última estadística avanzada a este periódico por el Ministerio de Fomento.
Los datos reflejan la delicada situación por la que atraviesan los transportistas, agravada por la imparable escalada del precio del gasóleo, que ha hecho sonar todas las alarmas en el sector. El runrún sobre la inminente convocatoria de movilizaciones se escucha cada vez más alto y los últimos pasos dados por las distintas patronales hacen presagiar lo inevitable.
Es una sensación de ‘déjà vu’ eterno. Sube el precio del combustible y empiezan los lamentos, debido, sobre todo, a la incapacidad del sector a repercutir el aumento de los costes a sus clientes.
Se exige una reunión “urgente” con el ministro de turno para establecer medidas que permitan fortalecer la posición de los transportistas en el mercado y con los cargadores, a los que nuevamente han vuelto a poner en el punto de mira, tras afirmar que imponen “condiciones contractuales abusivas que estrangulan el correcto desarrollo de la actividad” y aplican “mecánicamente el principio negociador de lo tomas o lo dejas”.
El sector, o mejor dicho, algunos de sus dirigentes, no han aprendido nada y siguen tropezando en la misma piedra. Los paros no solucionan los problemas de la carretera y, menos aún, en la actual coyuntura, que podría dificultar la recuperación económica. ¿Lograrán escapar los transportistas de este ‘déjà vu’ perpetuo o hablaremos siempre de lo mismo?
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