La subida de las tasas aeroportuarias, en vigor desde el 1 de julio, no parece la medida más adecuada para fomentar el negocio de la carga aérea en España. Todo lo contrario, hay riesgo de una “espantá”, que se pierdan tráficos porque los nuevos precios afecten a la demanda. Y si España nunca ha sido muy relevante en este negocio en el mapa europeo, todavía lo será menos. Con la crisis, hay cargadores clientes habituales del avión que desvían mercancías al barco, si pueden permitírselo por plazos. Ahora, tienen un incentivo más para sortear el transporte aéreo. Nuestros aeropuertos ya no eran competitivos a priori del “subidón”.
Operar en Barajas, el principal aeropuerto de la red de Aena, resultaba más caro que la media europea para un carguero: el 15 por ciento si era de día y el 57 por ciento de noche, según un estudio de Madcargo del pasado año. Con la subida de tasas, la diferencia ha crecido, como mínimo, un 10 por ciento. Si quienes tiran del carro de la maltrecha economía española son las exportaciones y el turismo, no parece lo más sensato que las tasas aéreas se disparen el 50,3 por ciento más (para un avión “tipo” de pasajeros que lleva carga en bodega) en el aeropuerto de Madrid y el 53,6 por ciento en el de Barcelona, según cálculos de las aerolíneas. Las subidas serán investigadas por Bruselas para comprobar si se ha respetado la legislación comunitaria. Los aeropuertos afectados por la reducción de horarios prevista por el Ministerio de Fomento todavía pueden perder más competitividad. El aeropuerto de Vitoria, el cuarto en tráfico de carga aérea, pasará de operar 160 horas a sólo 60 a la semana.
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