Juan Díaz Cano
Observo con tristeza cómo nuestros astilleros han sido abandonados a su suerte por todos los Gobiernos habidos desde la transición. Una dejadez que se ha hecho patente recientemente con motivo del llamado tax lease español, en el que nuestro Ejecutivo ha preferido mirar hacia otro lado y firmar el acta de defunción del sector de la construcción naval española
Hace muchos años leí en algún libro una frase que se me quedó extrañamente grabada en el inconsciente. La frase venía a decir algo así como que los países sólo son grandes cuando miran al mar. Aquello que entonces podía parecerme una cita más o menos poética hoy se me antoja una verdad indiscutible, máxime cuando observo avergonzado la realidad que refleja el sector marítimo español. Como presidente de la Real Liga Naval Española observo con tristeza la situación por la que atraviesan nuestras distintas marinas.
Observo con tristeza cómo la flota mercante española se ha visto reducida a la mitad en los últimos 40 años ante la indolencia de unos poderes públicos más interesados en ocultar esta realidad que en ponerle solución. Sólo así se explica que desde hace algún tiempo haya dejado de publicarse la balanza de fletes en España. Una nación que realiza el 85 por ciento de su comercio por vía marítima no puede conformarse con una flota mercante de apenas 130 barcos bajo su pabellón.
Observo con tristeza cómo nuestra flota pesquera se desguaza sin solución de continuidad ante la apatía de unos responsables políticos sin apenas voz en los ámbitos comunitarios. Fruto de una nefasta negociación de entrada en el marco político de la Europa comunitaria, nuestra flota pesquera se ha acabado convirtiendo en una moneda de cambio de escaso valor en el cotidiano mercadeo de Bruselas. Observo con tristeza cómo nuestros astilleros han sido abandonados a su suerte por todos los Gobiernos habidos desde la transición. Una dejadez que se ha hecho patente recientemente con motivo del llamado tax lease español, en el que nuestro Ejecutivo ha preferido mirar hacia otro lado y firmar el acta de defunción del sector de la construcción naval española.
Observo con tristeza cómo nuestra marina deportiva se ahoga atenazada por el yugo fiscal de un impuesto de matriculación que sólo existe en nuestro país y que afecta a las embarcaciones de menos de ocho metros de eslora. Observo con tristeza cómo la Armada española pierde unidades operativas año tras año con la anuencia de ministros, siempre de perfil bajo, que apenas dejan oír su voz en los consejos de ministros.
Observo también con tristeza la atonía mercantil de nuestros puertos y la difícil situación por la que pasan consignatarios, estibadores, consolidadores, armadores y navieros. Desde la Liga Naval nos negamos a aceptar la desaparición de un sector marítimo que tan sólo precisa del apoyo decidido de los poderes públicos. El sector tiene futuro, pero debemos ser todos los actores implicados quienes expongamos nuestros problemas y exijamos soluciones. No podemos confiar en que nuestra clase política se decida a actuar. Debemos decirles en voz alta que EL SECTOR MARÍTIMO ESPAÑOL TIENE FUTURO. Por todo ello se hace necesario este II Congreso Marítimo Nacional que se celebrará en Santander los días 23, 24 y 25 de septiembre. Os esperamos.