Editorial  | 

El transporte, obligado a sacar músculo

La concentración empresarial se presenta como una tendencia inevitable y, en muchos casos, hasta deseable.

La necesidad de adaptarse a normativas medioambientales muy exigentes y gestionar la presión económica de mercados cada vez más globalizados exige un músculo financiero y operativo que muchas pymes no pueden desarrollar por sí solas.

En este escenario, la concentración empresarial se presenta como una tendencia inevitable y, en muchos casos, hasta deseable. El transporte es un sector excesivamente atomizado, con una alta presencia de pequeñas y medianas empresas que compiten en mercados saturados y con márgenes ajustados. Esta estructura fragmentada limita la capacidad del sector para invertir en nuevas tecnologías, optimizar recursos y ofrecer soluciones logísticas integrales que satisfagan las exigencias del mercado actual.

A estas dificultades se suma una avalancha normativa que, lejos de facilitar el desarrollo del sector, aumenta la burocracia y ralentiza la adopción de medidas necesarias para modernizarse. En este sentido, una mayor concentración también podría ayudar a gestionar de manera más eficiente el cumplimiento de la legislación, aliviando la carga administrativa que hoy pesa de manera desproporcionada sobre las pequeñas empresas.

La consolidación permite a las empresas ganar escala, generar sinergias, mejorar la eficiencia y aumentar su competitividad en un entorno cada vez más complejo. Además, contar con estructuras más robustas facilita afrontar las fuertes inversiones necesarias para avanzar hacia la descarbonización, la transformación digital y la capacitación del personal, tres pilares clave para el transporte de mercancías del futuro. Por supuesto, este proceso de consolidación debe ir acompañado de una regulación que evite abusos y garantice un mercado justo. La concentración empresarial no puede ser sinónimo de monopolio ni de pérdida de calidad en el servicio ofrecido, sino una herramienta para construir un sector más fuerte y resiliente.
Si la apuesta es ir a un transporte sostenible, competitivo y preparado para los retos del mañana, es evidente que la unión hace la fuerza. El tamaño, sí importa. El reto ahora es gestionar esta transformación del sector, que se está cocinando a fuego muy lento, con visión estratégica y compromiso.