Sonia García Díaz. Presidenta de Asetrabi.
No llevamos 44 días siendo “héroes” o “ángeles”, sino toda la vida siendo esenciales para garantizar el bienestar de nuestros conciudadanos. Ahora, además, dicen que somos solidarios. Así pues, esenciales y solidarios pero, como siempre, maltratados
En el momento de escribir estas líneas -44 días después de ser decretado el estado de alarma- aún resulta difícil ofrecer datos reales sobre el impacto de la pandemia en el sector del transporte de mercancías por carretera de Bizkaia. Se difunden estimaciones muy diversas que probablemente se mueven más en el territorio de la especulación que en el de un rigor estadístico todavía imposible.
Obviamente están sufriendo un enorme quebranto las especialidades relacionadas con la industria y las grandes plataformas logísticas que, dada la estructura productiva de este territorio, son predominantes en nuestro entorno y, desde luego, en Asetrabi. Ello no significa que quienes trabajan intensivamente por operar en el ámbito del consumo o de actividades consideradas estratégicas estén haciendo su agosto.
Afirma la vicepresidenta Calviño que el sector no necesita apoyo porque “está funcionando con normalidad”. Yo, modestamente, me permito corregirla: el sector no está funcionando con normalidad, sino que está funcionando como siempre; es decir, cumpliendo con su función estratégica de abastecer a la población y aprovisionar a la industria que permanece activa.
Pese a ello, seguimos, como siempre, maltratados y ninguneados. Vista la percepción mostrada por la Administración, me temo que estamos lejos de poder disponer de las herramientas laborales, financieras y tributarias que serán imprescindibles para mantener muchas de nuestras empresas y empleos. No todos los transportistas operan en sectores como la alimentación y la distribución farmacéutica. ¿Qué porvenir tienen los que trabajan en automoción, siderurgia, mudanzas, portavehículos, distribución urbana, etc.? ¿Y los autónomos?
Lo que es seguro es que todos ellos tendrán que afrontar los problemas de siempre para contribuir generosamente a las arcas públicas y a las cuentas de resultados de los cargadores: peajes, viñetas, tiempos de espera, carga y descarga, plazos de cobro y un largo etcétera del que no logramos zafarnos.
Reconociendo de antemano las enormes dificultades que afrontan nuestros gobernantes para gestionar esta tragedia inabarcable, los transportistas hemos tenido que digerir día tras día un enorme catálogo de normas, instrucciones y avisos que en muchas ocasiones han sido imprecisos e incoherentes. Por ofrecer un solo dato: durante las tres primeras semanas de vigencia del estado de alarma remitimos a nuestros asociados casi cincuenta circulares con indicaciones de toda índole. Lamentablemente, no hemos podido informar sobre un descenso del combustible acorde con la bajada del precio del crudo, ni de criterios y resortes claros de financiación, ni de un sistema de garantía ante los más que previsibles impagos, ni del alivio siquiera parcial de los retornos en vacío.
Pero más allá de las lamentaciones, ha quedado muy claro que seguiremos cumpliendo con nuestro deber. Lo evidente no tiene que ser demostrado sino simplemente mostrado. No llevamos 44 días siendo “héroes” o “ángeles”, sino toda la vida siendo esenciales para garantizar el bienestar de nuestros conciudadanos. Ahora, además, dicen que somos solidarios. Así pues, esenciales y solidarios pero, como siempre, maltratados.