Opinión  | 

España es Industrial

Beatriz Olabarría. Directora de Ocupantes de Industrial & Logístico en España de CBRE

Qué factores determinan la elección de ubicación de las grandes empresas industriales que vienen a nuestro país

 

La industria española empezó el año con un escenario complejo. Por un lado, haciendo frente a las consecuencias de la crisis del Mar Rojo, que está retrasando la llegada de suministros y afectando en gran medida a sectores como el automovilístico. También con los anuncios de algunas compañías de cesar su actividad. Y todo ello ante una crisis global del sector eólico que está afectando a numerosas industrias españolas con el crecimiento incesable de los costes energéticos. No obstante, este complejo contexto que estamos viviendo nos sitúa ante la oportunidad y el reto de volver a sentar las bases de una España Industrial. Un país que sigue en el foco de las grandes empresas manufactureras del mundo. Incluso a pesar de la situación macroeconómica incierta, nuestro país está en disposición de atraer e impulsar la inversión industrial. La razón principal tiene nombre y apellidos: fondos PERTE de la UE.

Estos fondos nacen con el objetivo de financiar a empresas automovilísticas, de energías renovables, siderúrgicas, tecnológicas… y es por ello que no hay sector que no esté considerando a España como un destino para instalar su nuevo centro de producción. Así, hemos visto como el Grupo Volkswagen, con su denominado Plan Future, tiene previsto invertir en España 10.000 millones para electrificar nuestro país. El grupo chino-japonés Envision ha empezado ya a construir su gigafactoría en Navalmoral de la Mata donde invertirá otros 2.500 millones. En el sector farmacéutico, hay varias multinacionales americanas invirtiendo en plantas existentes y desarrollos futuros que darán empleo a más de 2.000 personas por cada planta. Estos anuncios conllevan además beneficiosos efectos colaterales, ya que actúan como tracción de inversiones indirectas por parte de proveedores.

Desde el punto de vista inmobiliario, es imprescindible preguntarse dónde se ubican todas estas empresas y por qué. Cuestión que nos lleva a ubicaciones que nada tienen que ver con los criterios seleccionados por otras empresas industriales con alto componente logístico. En el escenario de producción total nos vemos obligados a pensar en localizaciones alternativas para nuestros clientes, donde son prescindibles factores como la facilidad de acceso o la cercanía a ciudades. Pensemos más bien en todo lo contrario.

La localización industrial tiene en cuenta aspectos más significativos como por ejemplo la cercanía a la materia prima, la disponibilidad y proximidad de mano de obra especializada. Otro factor crucial es la disponibilidad de recursos como la energía y el agua. Incluso el clima característico de una ubicación puede determinar su elección. Otros factores relevantes a considerar son la lejanía de grandes núcleos de población y la capacidad de aislamiento para evitar posibles ruidos y contaminaciones de un vecino productor.

Los plazos urbanísticos respecto a la elección del suelo, si bien son importantes, pueden pasar a un segundo plano si la ubicación elegida cumple con lo anterior. Esto difiere de otros proyectos logísticos donde prima la inmediatez del suelo disponible y donde no hay margen para tramitaciones pendientes. En un proyecto industrial, con perspectiva a largo plazo (la media de las inversiones se consideran con una amortización de mínimo 50 años) las decisiones son más lentas pero seguras. Por supuesto, por encima de todo esto, es primordial contar con el suficiente apoyo de las administraciones pertinentes. Ya no solo por los incentivos económicos de formación, empleo y apoyo al proyecto en sí, sino también por la existencia de mecanismos políticos de aceleración de trámites urbanísticos, una vez declarado el proyecto como de interés regional.

Imaginemos el (enorme) impacto social, político, económico e incluso demográfico de un proyecto de este tipo en una región pequeña o deslocalizada. Si bien vivimos un contexto complejo, España tiene la oportunidad de ajustar su modelo industrial, afrontando cambios estructurales para desarrollar un nuevo modelo económico. Tenemos el reto de industrializar la España vaciada, de construir la España 5.0, de modernizar nuestro tejido industrial y mejorar nuestra competitividad. Y, además, tenemos la obligación de aprovechar la coyuntura para hacerlo de una manera sostenible. No es cuestión de construir a cualquier precio, sino de renovar el tejido industrial de manera equilibrada. Para ello, es fundamental que el cambio productivo mejore la resiliencia de las infraestructuras y adapte el sector energético al proceso de digitalización. Establecer cuanto antes una estrategia clara entre las administraciones públicas, regionales, empresas privadas y el sector educativo es una prioridad.

España es turismo, es servicios, es agricultura, es construcción. Pero España también es industrial. Impulsemos el proceso y aprovechemos la oportunidad. Ofrezcamos seguridad jurídica, fiscal. Enfoquemos a los jóvenes a estudiar profesiones industriales. Ellos tienen que formar parte de un proceso que acabará siendo el presente y futuro de todos.