El renacimiento portuario en el que anda envuelto el Gobierno de Zapatero ha tenido poco en cuenta la nueva dimensión en la que el mundo del shipping está situando el negocio. El gigantismo y la reducción de puertos de escala es ya un hecho. Los puertos españoles son un sistema atomizado con un alto endeudamiento y con un déficit de conexiones terrestres que hoy día lastran futuros crecimientos.
Es por ello que varias dársenas han optado, mientras el ferrocarril de carga se convierte en alternativa, en transformarse en puertos feeder a través de autopistas del mar o líneas de short sea shipping, que permiten un cierto desahogo para las colapsadas carreteras europeas. Cada día más, la alta tarificación a la que se quiere someter a la carretera, elevará al máximo el debate sobre cómo posicionarnos en Europa. Sin embargo, el gigantismo, que supone una oportunidad para los principales puertos españoles, los más preparados a priori, es también una amenaza. Los megabuques obligan a los puertos a competir por un mercado, el transbordo, donde coste y eficiencia son claves.
Urge una reforma laboral que eleve la productividad en la estiba. Por otro lado, nuestro sistema portuario va a necesitar miles de millones de euros para ejecutar nuevos accesos. El corredor del Mediterráneo o el eje Atlántico son prioritarios, pero las Administraciones no se pueden olvidar de abrir nuevos accesos terrestres a dársenas como Barcelona,Valencia, Algeciras y Bilbao. Sólo hay que ver como sufren hoy accesos y terminales cuando hay que operar un buque de 14.000 TEUs. ¿Cuántos trenes harán falta para tratar un tráfico de 2.000 contenedores? ¿Hay un plan para ser el hub del sur de Europa? ¿Quién lo coordina? ¿Estamos perdidos? ¿Estaremos preparados?
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