Mientras Bruselas se pega un tiro en el pie con normativas que imponen elevados costes a los operadores marítimos, los tráficos se desvían hacia puertos fuera del alcance del ETS.
Un año después de la entrada en vigor del régimen de comercio de derechos de emisión para el transporte marítimo, conocido como ETS, los puertos europeos siguen pagando los platos rotos por el sobrecoste para los buques mercantes, que ha superado las peores previsiones. Es decir, mientras la UE se esfuerza por liderar la transición ecológica, con medidas como las del paquete ‘Fit for 55’, la realidad es que muchas de estas iniciativas, en lugar de fortalecer la sostenibilidad, están socavando la competitividad de los puertos comunitarios.
La falta de una política global coordinada, liderada por la Organización Marítima Internacional (OMI), ha creado un escenario perfecto para la proliferación de auténticos “paraísos fiscales de CO2” en puertos extracomunitarios. Es una ironía cruel: mientras Bruselas se pega un tiro en el pie con normativas que imponen elevados costes a los operadores marítimos, los tráficos se desvían hacia puertos fuera del alcance del ETS, generando el efecto contrario al deseado.
¿Complicado explicar esta realidad a un armador que busca optimizar su cuenta de resultados? Desviar tráficos hacia puertos cercanos pero extracomunitarios no solo es lógico, sino que resulta inevitable en un sistema descoordinado que penaliza a quienes cumplen las reglas. Europa debe reconocer que la descarbonización no puede avanzar a costa de la competitividad de sus propios sectores estratégicos. Es urgente avanzar hacia un marco global de regulación climática para el transporte marítimo. Solo un acuerdo liderado por la OMI, con todos los actores alineados en su ejecución, puede garantizar una transición justa y equilibrada que evite distorsiones de mercado, como defendió el ministro Óscar Puente en un reciente encuentro con el secretario general de esta organización. La UE no puede permitirse perder su papel central en el comercio marítimo internacional mientras se convierte, paradójicamente, en el principal motor de sus propios desajustes.
El tiempo corre, y si no se actúa con celeridad, la brecha entre los ideales ecológicos y la realidad económica seguirá creciendo. Las acciones locales, y no hace falta un Observatorio que lo confirme, son insuficientes y conllevan riesgos para la competitividad del sector.