El aizkolari, sus botilleros y enseñadores, habrán sajado el pino de Valsaín, pero el tronco sigue ahí…
En los últimos años ha sido rebautizado un par de veces, quizás para romper con el pasado, pero su huella en la política y la economía de España es profunda. Creado en 1833 como Ministerio General de Fomento del Reino, una cartera omnipotente que gestionaba educación, cultura, agricultura, interior, sanidad, industria y comercio. En sus antecedentes, el Ministerio es una policía general del Reino para “reprimir el espíritu de sedición y extirpar los elementos de discordia”, pero también para “conocer la opinión y necesidades de los pueblos y desobstruir todos los manantiales de prosperidad”. Una institución mixta, política y civil. Con un palo y un pan en cada mano.
El poderoso Ábalos, que fue secretario de organización y al mismo tiempo titular del MITMA, se dedicó con esmero a hacer lo que sus antecesores hicieron durante décadas. Porque los dos partidos han acarreado la lujosa cartera de piel de ternera por las plazas del país, protegidos por una estirpe de aizkolaris, con sus botilleros y enseñadores. Exhibiendo un poder absoluto templado. Los 21.000 millones de euros que esgrime su presupuesto son el argumento para llamar a filas a los díscolos, repartir prebendas a los aliados, apaciguar revueltas y azotar a los enemigos con el látigo de la indiferencia.
España cuenta hoy con la red de carreteras gratuitas de alta capacidad más densa de Europa, y también con la primera red ferroviaria de alta velocidad. Todo este despliegue no oculta que el primer puerto del Mediterráneo, Algeciras, está aislado del resto del país por ferrocarril. O que las obras de ampliación del puerto de Valencia quedaron detenidas durante casi dos años esperando al Ministro. Se ha hecho más política que país con el dinero de Fomento. Todos somos testigos.
El aizkolari ya no cortará el aire con su hacha, pero del tronco seguirán saliendo astillas.
Javier Miranda Descalzo
javier.miranda@grupoxxi.com