El paro brutal y salvaje alentado por los líderes de Fenadismer y Confedetrans, Julio Villaescusa y Jaime Díez, respectivamente, que ha tenido paralizado el país en los primeros días de la semana del 9 de junio, ha puesto en evidencia la absoluta falta de reflejos de la ministra de Fomento para evitar el mismo. Por supuesto que el Gobierno no es el responsable directo de las tropelías cometidas por los piquetes, pero si cabe preguntarse en voz alta cómo es posible que el Ejecutivo de Zapatero haya dejado hacer a su antojo a los transportistas más violentos durante las primeras 72 horas del paro. Lo que sí está claro es que Fenadismer, una vez más, ha tomado el pelo a la ministra Magdalena Alvarez.
Ya ocurrió en 2005, cuando la organización de Julio Villaescusa se levantó de la mesa negociadora abierta en el seno del Comité Nacional para intentar hacer la guerra por su cuenta y en las carreteras. Es la misma historia de siempre. Decíamos que la Fenadismer de Julio Villaescusa ha tomado el pelo a la ministra, pero se puede decir aún más, sin caer en la exageración, y es que la ministra se ha dejado tomar el pelo por esta organización.
La pregunta es obligatoria. ¿Quién ha amamantado a esa bestia en que se ha convertido Fenadismer? Ni más ni menos que el Ministero de Fomento. Asegura la asociación de Villaescusa que ostenta el 20 por ciento de la representación sectorial. Bien podríamos decir que el presidente de Fenadismer miente como un bellaco si no fuera porque esa representatividad fue otorgada por la cartera de Magdalena Alvarez en el último proceso de renovación del Comité Nacional de Transporte, sirviéndose de un sistema de verificación de datos más propio de una república bananera que de una democracia consolidada.
Ha sido también la ministra de Fomento la que colgó no hace mucho tiempo la Medalla al Mérito del Transporte Terrestre en la solapa de Julio Villaescusa. Cría cuervos y te sacarán los ojos. Así, mientras la bestia de Fenadismer amamantada en las ubres de Fomento arrasaba el país cual Atila, el el presidente de Gobierno se miraba al ombligo y dejaba fuera de juego a la Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Las fronteras de Irún y La Junquera estaban cerradas, los principales puertos comeriales colapsados, los piquetes casi queman vivo a un chófer que descansaba en su cabina…, pero al Gobierno de Zapatero se la traía al pairo porque la preocupación del momento era cómo encajar el vocablo “miembras”, inventado por la ministra de Igualdad, en el Dicccionario de la Real Academía.
72 horas tuvieron que pasar hasta que el ministro del Interior bajó a la arena para recordar a la ignorante masa que los piquetes son ilegales y anunciar que el Gobierno iba a actuar con contundencia contra los mismos. Mal y tarde. El daño ya estaba hecho. Un análisis de la actuación violenta auspiciada por Fenadismer también nos dice que la asociación nunca ha actuado en defensa de los intereses de los autónomos. Villaescusa ha exigido una tarifa mínima sabedor de que esta demanda no se sostiene en un mercado libre y ha buscado una coartada falsa en dos sentencias del Tribunal de Justicia de la UE que no se pueden aplicar al transporte de mecancías por carretera.
El paro salvaje impulsado por Julio Villaescusa, un presidente a sueldo de Fenadismer, sólo perseguía demostrar con actos de fuerza al resto de organizaciones, sobre todo a otras que también agrupan a autónomos, quién tiene la sartén por el mango, que el negocio de violentar a las huestes y sacar los camiones a las carreteras es suyo y sólo suyo. Sólo falta, tiempo al tiempo, que Fenadismer se arroge la titularidad de los acuerdos alcanzados por el resto del Comité Nacional y Fomento.
Cuando se escriben estas líneas parece que la calma ha vuelto al sector, aunque siguen habiendo sombras en el horizonte. Para vergüenza del sector, es el momento de evaluar los daños provocados por los convocantes Fenadismer y Confedetrans, y exigir responsabilidades. No sería de recibo que estos agitadores se fuesen de rositas. Y, desde luego, tampoco el Gobierno de Zapatero, que durante 72 horas miró para otro lado, dando con su inacción e inoperancia cobertura a los violentos.