El Ministerio de Fomento tiene la obligación de actuar ya. Renfe Mercancías se ha convertido en un problema perenne, casi eterno, que hay que tratar de enmendar de una vez por todas. No son tiempos para que la cartera ministerial siga optando por el simbólico papel de don Tancredo en todo este asunto, mientras la bola de nieve crece y crece.
La patata caliente lleva tiempo junto a la lumbre sin que nadie haya hecho nada por intentar buscar una salida, salvo honrosas excepciones entre las que cabe destacar a Manuel Acero.
Pero, ¿qué se puede hacer ahora con una empresa que se desangra, perdiendo actividad y rentabilidad año tras año? Que en el horizonte no quedan ya muchas alternativas es obvio. Una venta, que todo apunta a que tendría como principal candidato al gigante ferroviario alemán DB Schenker y que desgraciadamente habría que subsidiar, parece el camino más probable. Pero algunos en el sector todavía confían en otra posibilidad. Quizá el último intento por convertir a la pública en una empresa realmente eficaz.
La última bala. Y a ella parece que podría agarrarse la ministra Pastor y su equipo para intentar poner de una vez el barco a flote. Se trata, todo está ya inventado y no hay que volverse locos, de copiar el modelo alemán.
Es decir, poner al frente de Renfe Mercancías a un equipo profesional independiente, integrado por directivos sin ningún tipo de vinculaciones políticas, que no estén atados al cambio de cabeza visible en la cartera ministerial de Fomento o en el Palacio de La Moncloa.
Un equipo que diseñe un plan de actuación a medio plazo y al que se le dote de la capacidad para ejecutarlo, sin ninguna rigidez, ya sea de corte político, sindical o económico, que le ate de pies y manos.
El ejemplo del caso alemán y su contrastado éxito justificaría esta última intentona. Parece claro que algo hay que hacer y rápido, porque mantener el actual estatus basado en la patada hacia adelante carece de futuro.