El tercer hilo del Corredor Ferroviario Mediterráneo, una idea que inicialmente ha sido muy alabada en el sector por imaginativa, presenta, sin embargo, dos gruesos agujeros en el diseño final ideado por el Ministerio de Fomento que vienen a dinamitar el conjunto del proyecto.
Los dos tramos en el trazado en los que se ha decidido mantener en exclusiva el ancho internacional suponen en la práctica el desmantelamiento de la actual red de ancho ibérico, lo que provocará a corto plazo la desaparición de gran parte de los tráficos domésticos que ha conseguido ir arañando el ferrocarril de mercancías en los últimos años.
Además, como consecuencia de esto, se está poniendo en el disparadero a los operadores privados de ferrocarril, empujados inexorablemente hacia la desaparición después de haber apostado por la inversión en unos activos (locomotoras, vagones…) que de un día para otro se convertirán en inútiles, por obra y gracia de un vuelco en el estatus de la red en el principal corredor ferroviario de mercancías en volúmenes para estas compañías.
Y es que por mucho empeño que se pueda poner en ello, la alternativa de los desvíos o rodeos es irrealizable. Supondría un aumento de costes que convertiría en inviable competir con la carretera. Para más inri, esta decisión, a la vez que expulsa de facto a los operadores privados españoles del mercado, pone puente de plata a la entrada de las multinacionales europeas del sector, que disponen del material rodante adecuado para plantarse en Murcia sin tener que acometer inversión alguna.
Sumémosle, además, que el parón de la actividad durante el período de obras, liquidará las expectativas de aquellos cargadores que han apostado por el ferrocarril, incluso asumiendo inversiones que ahora quedan en barbecho. Afortunadamente, aún estamos a tiempo de que Fomento se reúna con todos los actores implicados, escuche sus razones y sepa dar marcha atrás.