El sueño eléctrico de la Unión Europea…
En la última edición del Salón del Transporte IAA de Hannover, el pasado mes de septiembre, muchos acabaron con dolor de cuello de tanto girarse para ver el Tesla Semi. El camión eléctrico que más expectación ha creado desde que se conoció su existencia allá por 2016, cuando se incluyó en el plan director corporativo del fabricante estadounidense.
Elon Musk y su equipo han alterado el cronograma de su fabricación y entrega tantas veces que ya hemos perdido la cuenta. Tras la presentación sensacionalista de los primeros prototipos en noviembre de 2017, no fue hasta 2019 cuando se calendarizó su ensamblaje, algo que finalmente ocurrió en octubre de 2022. En diciembre de ese año, PepsiCo recibió las primeras unidades y en abril de 2023 el fabricante de refrescos ya lució varios de estos camiones con el logotipo de la compañía. Desde entonces, parece que la marca del propietario de la red social X también se ha tomado su tiempo para aumentar el ritmo de la fabricación, por lo que su promesa de alcanzar las 50.000 unidades para este año parece, una vez más, una previsión, digamos, muy optimista. Algo similar ha ocurrido con su compromiso de desplegar en 2019 una red de megacargadores para dar soporte a esta cabeza tractora eléctrica con cargas de sólo media hora de duración. Recientemente los dirigentes de la compañía han reconocido que la producción a gran escala no dará comienzo hasta finales de 2025 y que su “joya de la corona” no llegará a Europa hasta 2026, seguramente cuando se introduzca una línea de montaje para el Semi en su fábrica de Berlín. Una década más tarde de su puesta de largo.
El rosario de demoras y promesas incumplidas del fabricante norteamericano nos sirve de ejemplo para contextualizar una realidad que parece que muchos de los legisladores de los 27 todavía no ven aún con claridad: el transporte de mercancías por carretera, sobre todo el pesado de larga distancia, no puede (ni debe) apostarlo todo a la electromovilidad.
En mi opinión, el bloque comunitario peca de exceso de confianza e ingenuidad desmedida al pensar que las baterías eléctricas son la panacea para lograr que nuestro sector consiga la neutralidad de emisiones en las fechas establecidas. Depender exclusivamente de las baterías sin considerar otras alternativas, como los combustibles renovables o la pila de combustible, ya está retrasando la transición energética de un sector que sí comparte el objetivo final del Pacto Verde Europeo, pero no su dirigismo tecnológico ni sus plazos.
Sin un enfoque multienergético mucho me temo que la descarbonización que se nos demanda para 2030 se quedará en una aspiración fallida al más puro estilo Tesla.
Ramón Valdivia
rvaldivia@astic.net