Los empresarios de transporte de mercancías por carretera están desorientados. Fomento apuesta por la concentración empresarial y la creación de grandes grupos en el sector para hacer frente a las exigencias de la demanda, sin perder competitividad en un mercado cada vez más global. Sin embargo, la política fiscal del Gobierno de Rodríguez Zapatero favorece la atomización.
Es decir, justo lo contrario de lo que predica. Es normal que el transportista autónomo tenga que pagar menos. Esta cuestión no la pone nadie en duda, pero está claro que las reglas de juego deberían ser iguales para todos.
Es imprescindible caminar hacia una fiscalidad más neutra, que no tenga incidencia a la hora de optar por una determinada forma jurídica empresarial, como ocurre en estos momentos. ¿Se imagina alguien que en un partido de fútbol un equipo pueda coger el balón con la mano y meter gol, sin que pase nada, y que para el otro sea falta y tarjeta? ¿Es posible competir en igualdad de condiciones en este escenario?
El Ministerio de Fomento, que capitanea Magdalena Álvarez, es consciente de su propia incongruencia, pero ha tomado la posición más fácil tras señalar que la política fiscal no corresponde a su cartera, sino a Economía y Hacienda. Y lo más grave es que llueve sobre mojado. No es la primera vez, y seguramente no será la última, que este Ministerio se lava las manos.
Hace meses ocurrió lo mismo con la transposición de la Directiva de Tiempos de Trabajo. Las principales patronales de transporte, CETM y Astic, aseguran que la nueva normativa es un “atentado a la competitividad de las empresas” y han llevado su queja a los tribunales. Fomento, por su parte, se limitó a decir que el responsable de la transposición era el Ministerio de Trabajo. Puede que Fomento pinte cada vez menos, pero no puede inhibirse de sus competencias y debe defender al sector frente al resto de ministerios.