Los indicadores económicos de referencia, desde la evolución del PIB, que ha abandonado el rojo, hasta la radiografía del mercado laboral, con un ligero repunte del empleo, dibujan un escenario “esperanzador”.
Sin embargo, la supuesta mejora no se está notando aún en el transporte por carretera, un buen termómetro para pulsar la salud de la economía de nuestro país. Los últimos datos de Fomento no dejan lugar a dudas.
El goteo de sociedades obligadas a echar el cierre continúa. En el primer semestre, la carretera ha perdido casi 900 empresas. Los guarismos sobre autorizaciones también son negativos. A 1 de julio, había cerca de 9.700 tarjetas menos, lo que supone una caída de la flota superior al 3 por ciento.
El dato positivo es el ligero incremento de la actividad en el primer trimestre, aunque la caída frente a 2008 supera el 40 por ciento, lo que da una idea del fuerte impacto de la crisis en el sector. No es de extrañar que los transportistas aprovechen cualquier foro para exigir al Gobierno un plan de medidas “urgente” para paliar la delicada situación.
Aunque en vez de sacar el ‘pañuelo’, mejor harían en dejar de buscar soluciones fuera y afrontar con valentía su inaplazable reconversión. Ahora que ya tiene fecha de caducidad el sistema de módulos, que ha subvencionado la atomización, es un buen momento para recuperar su asignatura pendiente: ganar músculo empresarial para competir.
Es cierto que el sector ha perdido la friolera de más de 23.000 empresas desde el año 2008, pero aún hay más de 100.000. Demasiadas si se compara con otros países europeos, caso de Alemania, que lidera el mercado con menos de la mitad.
© 2024, todos los derechos reservados.