Yolanda Bautista. Directora de Operaciones en In Side Logistics – Grupo VASCO
Se abre un escenario infinito de posibilidades de mejora a través de la colaboración
La cadena de suministros ya no es solo un término técnico que se define como el conjunto de todas las actividades asociadas con el movimiento de bienes, desde el estado de materias primas hasta el usuario final. Se ha convertido en algo muy popular, y por primera vez, los consumidores somos conscientes de que sus problemas pueden ser los nuestros. Sabemos lo expuestos que estamos, en los últimos meses hemos comprobado hasta qué grado la normalidad de nuestras vidas depende de su buen funcionamiento, pudiéndose ver afectadas áreas tan básicas como el suministro de productos de primera necesidad y sanitarios. Sin duda, la cadena de suministros se ha visto golpeada por la Covid-19, pero esta no es la única crisis que la sacude, durante las últimas décadas se ha enfrentado ya a otra importante crisis, la de la globalización. Las causas de la vulnerabilidad de las cadenas de suministros han sido originadas por nosotros mismos. Hemos diseñado cadenas muy complejas basadas fundamentalmente en el ahorro de costes y la especialización; a la vez que como consumidores dotábamos al sistema de una alta complejidad e incertidumbre, teniendo este que dar respuesta a una demanda cada vez más exigente tanto en surtido como en rapidez de entrega. Ya lo auguraba Michael E. Porter cuando decía que en el futuro la competencia no se daría de empresa a empresa, sino más bien de cadena de suministros a cadena de suministros. Ese futuro ya está aquí, la cadena de suministros es la columna vertebral de las organizaciones y su diseño y gestión puede y debe constituir una ventaja competitiva.
La tecnología es sin duda una de las respuestas para resolver muchos de los problemas de esta estrujada y maltratada cadena, pero no será suficiente. Innovar es ya un requiso fundamental, pero hay una parte de la innovación que tiene que ver con el cambio de paradigmas, y cooperar se ha vuelto ahora esencial y una forma muy disruptiva de innovación. Así surge el término acuñado por algunos como “coopetición”, que no es otra cosa que la colaboración con nuestros competidores para encontrar fórmulas que doten a las cadenas de la resiliencia necesaria para dar respuesta a las nuevas necesidades.
Se abren diferentes vías de colaboración, desde el modelo de “open innovation” donde empresas grandes colaboran con startups en temas de innovación, o algunas mucho más operativas, como el ejemplo de Mahou y Carlsberg, en el que la compañía española comercializa la marca danesa de cervezas para ahorrar costes logísticos.
Es necesario abrir vías de comunicación y colaboración entre todos los agentes de la cadena para poder aumentar la visibilidad, mejorar el servicio, ser más ágiles y reducir costes. En este momento contamos con la tecnología, pero no con la estandarización necesaria para hacerlo posible. Incluso los grandes de la distribución llegan a sus clientes con modelos muy diferentes, sistemas distintos, y estándares no alineados, en ocasiones con integraciones nulas entre los diferentes agentes, y en el mejor de los casos, con integraciones parciales a un elevado coste. En una cultura occidental basada en la competitividad y el individualismo, donde desde pequeños nos enseñan a competir y los logros individuales priman sobre los colectivos, estamos en clara desventaja frente a los países de oriente, especialmente China, donde no importan tanto lo que cada individuo quiere si no el rol que desempeña en el conjunto. Somos conscientes de la dependencia de nuestras cadenas de China. Desde la reformas introducidas por el gobierno en 1978 hasta nuestros días, ha conseguido consolidarse como una potencia industrial. Esto, unido a su reforma universitaria, que la ha posicionado como líder tecnológico, nos debería hacer pensar hasta qué punto tenemos que cambiar algunos de los comportamientos que han guiado nuestro desarrollo hasta ahora y potenciar la colaboración para conseguir soluciones más eficientes y creativas.
Lo mejor del concepto de colaboración es que no deja a nadie fuera, de hecho, alcanza mejores resultados cuantos más agentes implica, sean grandes, medianos, pequeños o incluso competidores. Si bien es cierto que las herramientas tecnológicas y los métodos necesarios para hacer posible la colaboración vienen liderados por los más grandes; recordemos como la gran distribución o la automoción impusieron a sus proveedores los modelos estándar de intercambio de datos (EDI) para intercambiar de forma electrónica: pedidos, albaranes, información de stocks o alinear ficheros maestros; lo cual supuso un enorme avance en la gestión de sus cadenas de suministro. Existen muchas otras iniciativas que vienen lideradas por ejemplo por proveedores de servicios logísticos para facilitar esa colaboración.
La realidad es que se abre un escenario infinito de posibilidades de mejora a través de la colaboración, y no olvidemos que los competidores también están en la ecuación.