No es de recibo que la legislación europea en el ámbito de la transición energética siga cerrando los ojos a otras tecnologías que también contribuyen a la mejora medioambiental
La UE ha errado el tiro en su ‘hoja de ruta’ hacia las cero emisiones. Considerar que electrificación es sinónimo de descarbonización, haciendo saltar por los aires la neutralidad tecnológica, es un error gravísimo que puede tener un coste muy elevado. Ya lo advirtió la directora de Comunicación y Asuntos Legales de AOP, Inés Cardenal, en una entrevista publicada en Transporte XXI. Y cuanto antes se dé cuenta Bruselas del error, menos complicado será encontrar una salida. No es de recibo que la legislación europea en el ámbito de la transición energética siga demonizando los motores de combustión, sin justificación alguna, cerrando los ojos a otras tecnologías que también contribuyen a la mejora medioambiental.
Sin duda, el vehículo eléctrico, con una escasa penetración en el mercado, debido, entre otras causas, al déficit de infraestructura de puntos de recarga aumenta el desasosiego en el sector.
Alemania, una gran potencia en industria de automoción, ha visto las orejas al lobo y está empezando a tomar cartas en el asunto para enderezar el rumbo, igualándose al resto de países. El Parlamento alemán ha aprobado la venta del biocombustible denominado HVO en las gasolineras del país, que logra reducir entre un 70 y un 90 por ciento las emisiones de CO2.
España, entre los cuatro países europeos con más disponibilidad de materia prima para ecocombustibles, hace tiempo que ya se había subido a esta ola. Pero sigue haciendo falta un marco regulatorio para su impulso. Tiene una oportunidad única para ser líder en tecnologías de bajas emisiones con combustibles renovables. Un tren que no debería perder. Las empresas españolas de transporte por carretera, las primeras interesadas en avanzar hacia las cero emisiones para cumplir la agenda verde de Bruselas, están apostando por los combustibles renovables. Y es que, además, se trata de una tecnología compatible con los motores actuales, que evita fuertes inversiones en la renovación de flotas. Lo que no puede ser es que, a efectos fiscales, el HVO tribute igual que el diésel, pese a las mejoras medioambientales que representa.
Apostar exclusivamente por la electrificación, cerrando las puertas a otras tecnologías, no es la solución. Y el coste será enorme.