La Estrategia Logística, proyecto estrella de la ministra de Fomento, Ana Pastor, que perseguía convertir al sector en uno de los iconos de la ‘Marca España’, está tocada y hundida. Todos los indicios apuntan en esa dirección.
Casi un año después de su presentación, a bombo y platillo, las actuaciones consideradas “prioritarias” continúan pendientes de ejecución. Además, el hasta hace bien poco ‘número dos’ de Fomento, Rafael Catalá, “gran valedor” del plan, ha salido rumbo a Justicia.
Y, para más inri, el Gobierno afronta el tramo final de la legislatura. Es decir, no se esperan movimientos de calado antes de las próximas elecciones generales y sí el típico borrón y cuenta nueva después de las mismas.
El Ministerio prepara un encuentro antes de finalizar el año con las Comunidades Autónomas y el Foro de la Logística, representado por las asociaciones y agentes con intereses en el mercado de transportes, para evaluar el estado de ejecución de la Estrategia.
Sin embargo, los avances conseguidos no lograrán satisfacer las expectativas generadas en el sector, convencido de la necesidad de una planificación estratégica para optimizar el transporte de mercancías y aumentar la competitividad de la industria y de la economía.
Una lástima después del arduo trabajo de la ministra Pastor, digno de aplauso. No en vano, es la primera vez que el ministerio del ramo pone encima de la mesa cuál es la situación del sector, que representa el 5,5 por ciento del PIB de nuestro país, desde todos los puntos de vista.
Es de esperar que no se haya perdido el último tren. España, por su privilegiada posición geográfica, puerta de entrada al Mediterráneo y al Norte de África y puente hacia el mercado latinoamericano, debe aspirar a tener la mejor logística del mundo.
Para ello, no basta con pintar escenarios idílicos. Hay que ejecutar, sin más dilación, las medidas previstas o la presentación de la Estrategia Logística solo habrá sido una pose para la fotografía.