No solo hay que reducir las tasas, hay que provocar una aminoración del coste de la cadena de suministro, instando a sus actores a mejorar procedimientos.
Quizás esta crisis que vivimos, cuya profundidad estará cuantificada en los próximos meses, deba convertirse en una nueva oportunidad para el sistema portuario español. La primera batería de medidas lanzadas por Puertos del Estado, con el beneplácito de las autoridades portuarias, se queda corta, a juicio de todas las patronales del sector marítimo-portuario. Las consecuencias de la pandemia van a convivir durante un largo periodo en el negocio.
Si antes de la existencia del coronavirus los puertos españoles ya se estaban jugando su futuro dentro de un escenario de creciente competitividad, hoy su porvenir está aún más complicado en un clima que anuncia un importante deterioro en los volúmenes comerciales mundiales. Para sobrevivir, las entidades portuarias deben seguir manteniendo el esfuerzo inversor, con cabeza, favoreciendo los proyectos que apuesten por la digitalización, la automatización y la descarbonización.
No queda otra que incentivar la intermodalidad y generar mayor confianza tanto en navieros como en cargadores. No solo hay que reducir las tasas, hay que provocar una aminoración del coste de la cadena de suministro, instando a sus actores a mejorar procedimientos. Son días de libros abiertos y de empezar a desterrar la cartelización en la que conviven parte de los servicios portuarios de gestión indirecta. Hay que dotar de mayor autonomía de gestión a las autoridades portuarias, pero de nada valdrá esto si no se lucha por instaurar una renovada cultura empresarial que ofrezca agilidad en la toma de decisiones involucrando en su seno a un negocio que tras la pandemia será muy selectivo en sus inversiones.