Casi un año después de la creación de la Unidad Logística de Fomento, por fin ‘habemus Plan’. La ministra Ana Pastor eligió Cádiz, “puente tricontinental”, para presentar la tan esperada ‘Estrategia Logística’, que persigue convertir al sector en uno de sus iconos de la ‘Marca España’.
Acompañada por el secretario de Estado, Rafael Catalá, Pastor fue desgranando los grandes ejes sobre los que pivotará la nueva política de Fomento. Las opiniones son para todos los gustos.
Los de siempre, no ven más allá de un “ataque directo” al transporte por carretera, el modo “más eficiente”, en un “intento desesperado” de tratar de trasvasar cargas al tren, en el furgón de cola de Europa.
Los más optimistas, por el contrario, creen que se ha logrado fijar el rumbo, aunque advierten que es necesaria una mayor concreción de las actuaciones prioritarias, que representan una inversión estimada de 8.000 millones.
Es cierto que en la presentación del plan logístico abundan términos como la “mejora de la eficiencia” o el “incremento de la competitividad y sostenibilidad”, tan manoseados que han perdido su significado.
Pero lo que es innegable es la voluntad de querer hacer algo distinto, única forma de obtener resultados diferentes. No en vano es la primera vez que el ministerio del ramo pone encima de la mesa cuál es la situación de la logística desde todos los puntos de vista.
Es más, haciendo caso de una vieja demanda de los operadores, que reivindican su espacio en este negociado, el plan de Fomento recoge el desarrollo de una Ley específica de logística.
Y todo este planteamiento, ya es motivo de aplauso. El tiempo dará o quitará razones. Es evidente que España goza de una situación geoestratégica envidiable y debe aspirar a tener la mejor logística del mundo, lo que, sin duda, redundará en la economía.
Pero conviene recordar que la logística no tiene sentido sin el transporte. Y, la carretera, hoy por hoy, es el rey. La ministra debería tomar buena nota.
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