El Gobierno de Zapatero se vuelve a quedar en la soledad más profunda tras haber presentado Fomento un borrador de Ley de Puertos que devuelve a las dársenas a la década de los ochenta y que no afronta con valentía la eliminación de la exclusividad de los recursos humanos en la estiba y la puesta en práctica de un sistema de libertad de contratación en los muelles.
Decimos que se queda solo porque el borrador no ha gustado a nadie y porque la patronal Anesco, a la que se ha acusado desde la propia Administración de casi todos los males del modelo de estiba, acaba de echar al traste todas las tesis de Fomento, abogando por realizar ya la liberalización pendiente que tienen los puertos.
Sólo hay que leer el valiente alegato de Anesco ante Competencia o las declaraciones a este periódico de su presidente Javier Vidal para comprender que mientras las empresas han madurado y apuestan por la modernidad, Fomento está obsesionado por instaurar un modelo caducado con porcentajes, dejando al arbitrio del pendiente recurso del Constitucional el sistema de pools privados, un modelo que no ha supuesto ni una queja entre estibadoras.
Es tal la poca valentía del Ejecutivo, que sólo quiere el poder sobre los censos, que no se intenta negociar el fin de la exclusividad con los portuarios, hoy día encuadrados, en casi el 90 por ciento de las plantillas, en pools privados con contratos indefinidos. Las empresas estibadoras en España son hoy un motor más de la economía y quieren trabajar en libertad. Y en cuanto a los trabajadores: hoy no existen otros profesionales que manejen los medios de las terminales fuera del censo.
Por eso, la exclusividad del colectivo es ficticia, porque es en la profesionalidad y en su cualificada formación donde se basa la garantía de que no van a ver peligrar su trabajo si se elimina su régimen especial. Seguirán en el muelle y sólo la inestabilidad del tráfico les afectará, como hasta ahora. El único que vive con miedo es Fomento.
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