Cualquier gravamen para hacer desistir a la sociedad de tal o cual comportamiento debería aspirar a recaudar cero
Cuando esta columna esté ante sus ojos, la obligatoriedad de usar mascarillas en lugares abiertos habrá quedado atrás también en España. Volveremos a ver la cara completa de aquellos que así lo deseen. De donde me temo que va a tardar mucho en caer la “mascarilla” es del rostro de quienes tratan de ocultar su afán recaudatorio detrás del estandarte medioambiental o del tramposo debate de las tribulaciones presupuestarias de las diferentes tesorerías públicas (y de algunas privadas muy concretas).
Cualquier gravamen introducido con el teórico fin de hacer desistir a la sociedad de tal o cual comportamiento debería aspirar a recaudar cero; sería la mejor prueba de haber alcanzado el éxito: nadie lo pagará porque todos habrán cambiado su comportamiento para no incidir en esa actividad indeseada.
Por ser más concreto, si se desea desincentivar el uso de la carretera para el transporte de mercancías en favor de otros modos, como el tren (perenne empeño de todos los gobiernos hasta donde alcanza la memoria), el éxito de la política del “repago por uso” de las carreteras conllevaría una recaudación menguante hasta casi anularse cuando se alcance el objetivo de que todas las mercancías viajen en vagones; panorama a todas luces inviable. Con la mascarilla del “deseado” cambio modal se está, en realidad, buscando hacer aún mayor la ya enorme partida económica que de la carretera obtienen las arcas del Estado.
En ese ejemplo, al menos sobre el papel, existe una alternativa más o menos factible: sustituir carretera por tren; otro cantar se plantea cuando la mascarilla es la “electrificación” de los camiones y se propone “impulsar su uso” a base de cargar las tintas impositivas sobre aquellos que sigan usando combustibles líquidos, a pesar de que no tengan más remedio que seguir haciéndolo para dar el servicio que la sociedad les demanda, a saber, conectar eficiente y puntualmente la demanda de bienes con los centros de producción.
Si en lugar de buscar recaudación se persiguiese de veras el cambio, las partidas presupuestarias irían decididamente encaminadas a lograr que camiones con otras fuentes de energía sean una opción real y, además, más eficiente que los actuales. Pero, claro, por ahí no hay recaudación, eso es invertir y esperar al retorno de la inversión.
Ramón Valdivia
rvaldivia@astic.net