Fomento ya ha fijado el rumbo para convertir al transporte y la logística, que representa el 5,5 por ciento del PIB de nuestro país, en uno de sus iconos de la Marca España. El pistoletazo de salida a esta ambiciosa travesía fue la presentación en julio del avance de la nueva estrategia logística, con la sorpresiva ausencia de los transitarios, que se definen a sí mismos como los “arquitectos del transporte”.
El arduo trabajo elaborado por el departamento que dirige la ministra Ana Pastor, pese a no lograr el consenso de todos los actores de esta industria, ya es, de por sí, motivo de aplauso. No en vano, es la primera vez que el ministerio del ramo pone encima de la mesa cuál es la situación de la logística desde todos los puntos de vista. Y es que el exhaustivo documento, que el Ministerio espera completar este mes con las aportaciones del sector, aborda a lo largo de sus 226 páginas, repletas de estadísticas e información, actuaciones en materia de marco normativo, operación y gestión de servicios, así como nodos e infraestructuras logísticas.
Es decir, ofrece una fotografía fija del sector, poniendo el acento, eso sí, en el necesario impulso de la intermodalidad, con lo que se ha ganado las críticas de los transportistas, que no ven más allá de un intento de “quitar toneladas a la carretera para subirlas al ferrocarril”. Así las cosas, la pregunta del millón es: ¿Y ahora qué? Es de esperar que se avance en la elaboración de un plan estratégico, con fechas y actuaciones prioritarias, teniendo en cuenta, además, el escenario de crisis y austeridad presupuestaria.
El tema no es baladí. España, como país periférico, debe aspirar a tener la mejor logística del mundo. Para ello, es necesario, de una vez por todas, una planificación de país y no una estrategia para quedar bien con todas las comunidades autónomas, ya que, entonces, sólo sería otro power point de colorines a sumar a una larga lista de planes fallidos: PEIT, impulso del ferrocarril, PITVI…