La Federación Española de Empresarios Profesionales de Automoción (Conepa), que representa a una parte significativa del sector de talleres de reparación de automóviles, dice ‘no’ a un posible impuesto sobre los fluidos refrigerantes, cuyos contribuyentes serían los talleres. La patronal muestra en sus alegaciones un profundo rechazo al nuevo impuesto por afectar a la economía del sector, formado en su gran mayoría por pymes y micropymes y ya en exceso controlado y sometido a múltiples normativas.
Asimismo, desde Conepa se considera que puede ser una nueva razón para el crecimiento de la economía sumergida. Además, resalta que el futuro impuesto no es coherente con lo publicado en la Ley 22/2011 de residuos y suelos contaminados en la que se promueve la responsabilidad ampliada del fabricante del producto. Por otro lado, la patronal estima que en estos momentos se supone que ya no deben existir emisiones de gases fluorados debido a las nuevas tecnologías y al hecho de que la carga del aire acondicionado la lleven a cabo operarios cualificados (R.D. 795/2010 de Gases Fluorados), que necesitan un certificado oficial para poder realizar dichas operaciones.
Por lo tanto, uno de los objetivos del impuesto, que es la mejora ambiental, no se cumple, por lo que aquel se convierte en una simple carga económica adicional. Incidiendo en las incoherencias del futuro impuesto, el climatólogo español Anton Uriarte, ha resaltado en su blog CO2 que Hacienda, con la excusa del “calentamiento global”, en el fondo sólo piensa en recaudar 380 millones.
“Paradójicamente, la mayor parte de los gases refrigerantes de los equipos de aire acondicionado y frigoríficos que ahora se van a tasar son los que sustituyeron a los prohibidos CFC (clorofluorocarbonados) con la excusa de salvar la capa de ozono. Y resulta que los gases sustitutivos, que no contienen cloro, tienen supuestamente un potencial de calentamiento mucho mayor”, se lamenta Uriarte.
En efecto, añade, la propia CE admite que una molécula de estos gases tiene un potencial de calentamiento 23.000 veces mayor que una de CO2. Pero ello no fue óbice para que se autorizara su uso en acondicionadores y refrigeradores porque, como indicaba Conepa, las nuevas tecnologías de carga y la adecuada formación del personal garantizaban la inexistencia de escapes.