La terminal de contenedores automatizada Amsterdam Container Terminal (ACT) cierra sus puertas sin sorprender a nadie, ya que la compañía nunca pudo imponer su modelo de manutención totalmente automatizada a lo largo de su década de vida. La instalación de ACT en Amsterdam prometía un gran avance tecnológico con la creación de una dársena operada a cada lado por un pelotón de grúas automatizadas.
Construida a principios de este siglo por la empresa estadounidense Ceres Paragon, la terminal que prometía romper las reglas de la manutención portuaria se enfrentó a los estamentos tradicionales y a las pegas de los armadores que veían en su ubicación un serio problema, ya que les obligaba a realizar un desvío de varias horas a través de las esclusas de Amsterdam y el canal del Mar del Norte.
Además, el calado del canal era otra restricción, ya que el túnel de carretera que pasa bajo el mismo impide el dragado. A todo esto se añade la cercanía del mayor puerto de contenedores, Rotterdam, como principal sombra de amenaza. Pero era un tiempo en el que todo el mundo pensaba que el crecimiento del tráfico de contenedores era imparable, lo que atrajo el interés del puerto de Amsterdam, que participó en la aventura para no perderse El Dorado del contenedor.
Muchas de las concesiones portuarias firmadas en aquel entonces, y hoy, implicaban que el puerto pagaba la infraestructura mientras que el operador montaba las superestructuras (las grúas, los transportadores, etc.). Pero en el caso de Amsterdam, el puerto también aportó dos terceras partes del coste de la superestructura. Por otro lado, la falta del consurso de una naviera comprometida desde el principio a aportar contenedores terminó por poner la losa, anticipada, sobre un proyecto de tecnología y concepción altamente innovadoras.
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