El nuevo director general de Transporte Terrestre, Francisco Espinosa, no lleva un mes en el cargo, pero ya ha tenido tiempo suficiente para conocer a los transportistas y cómo se las gastan. En lo que fue su debut ante el sector, tuvo que aguantar carros y carretas de la Confederación Española de Transporte de Mercancías, organización con más peso en el Comité Nacional, que ha exhibido en más de una ocasión su capacidad para parar un país.
Las amenazas y el llanto permanente son la ‘marca de la casa’ de esta gran patronal, que hace ya tiempo que ha demostrado su incapacidad para conducir al sector hacia un negociado moderno y competitivo. Que Espinosa no lo tendrá fácil en esta nueva singladura, ya ha quedado claro. Por eso, más que nunca, debe mantenerse firme y no dejarse amedrentar por los mensajes sibilinos de los prebostes de la carretera, acostumbrados a ese ‘manoseo político’ al que jugaban con su antecesor en el cargo, Juan Miguel Sánchez.
Una comunión perfecta en la que no se sabía dónde empezaba la organización empresarial y terminaba la Dirección General, y viceversa. Espinosa asume las riendas de este Departamento en un momento crucial para orientar el futuro del transporte por carretera y resolver sus problemas estructurales, si de verdad se quiere configurar un sector moderno y competitivo. Un futuro que vendrá marcado por tres grandes asuntos, principales caballos de batalla del sector, a los que tendrá que hacer frente con decisión.
En primer lugar, dar un nuevo enfoque a la fallida política de transporte encaminada a potenciar la concentración empresarial, si bien es cierto que ha tenido un impacto social importante al facilitar la salida de muchos transportistas. También deberá impulsar el ferrocarril para mercancías, cuyo plan, presentado recientemente por el ministro José Blanco, deja mucho que desear, aunque es un primer paso. Y por último, la Euroviñeta. Ahí es nada.
© 2024, todos los derechos reservados.