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Logística zombi

Pensar en bucle que somos resilientes, ¿puede convertirnos en zombis?

No comprendo el motivo por el cual parece que las alianzas marítimas continúan funcionando operativamente si la regulación que permitía su existencia, y las exoneraba de ser consideradas monopolios, dejó de ser vigente justo hace dos meses. Tampoco, como el transporte marítimo puede estar peor hoy en 2024, que durante la pandemia, si ésta ya ha desaparecido y no se le puede dar la culpa de nada más. No comprendo que la T3, el único impuesto ‘cargofóbico’ que existe en el planeta, que penaliza a la mercancía y alimenta una transacción poco transparente de la tasa, todavía hoy exista. No comprendo el motivo por el cual las 44 toneladas están todavía hoy en trámite, cuando la prueba piloto en Cataluña de hace 10 años demostró su validez y buen hacer entre cargadores y transportistas, más allá de los innumerables estudios teóricos posteriores. No comprendo por qué no existe todavía una mesa tripartita entre transportistas, cargadores y el Regulador para abordar los temas comunes que a todos nos conciernen ya que estamos obligados a colaborar para llegar a los objetivos 2030 y 2050. Es incomprensible que hoy, las actividades y estándares globales que protegen a los conductores y los sitúan “al frente” de la cadena logística, no sumen millones de adeptos. No comprendo tantas y tantas cosas. Hasta que un día, un buen amigo, Oriol Montanyà, me recomendó un libro que iluminó mi camino: “Todo lo que hay que saber acerca de los zombis” escrito por Roberto Gárriz, abogado y perito en neotanatología.

Dice el libro que los zombis “poseen visión periférica pobre y una miopía grave”, me suena. También explica la teoría del “cisne negro”, la del cambio radical de arquetipo que nadie ha previsto (y aun siendo una alteración cotidiana severa) se asimila y naturaliza socialmente incluso siendo “un episodio sorprendente de gran impacto” que conlleva un cambio de paradigma (como la reciente pandemia) que “a posteriori se racionaliza” de forma integrativa en la lógica común, tal y como nos hemos acostumbrado a la disrupción estable, y que “casi se podía prever”. Se advierte también que “varios sectores económicos sufrirán, en el caso de una invasión zombi”, aunque la ventaja es que “los zombis nunca plantean un ataque inteligente o esmerado”, pues ya estamos allí.

Pensar en bucle que somos resilientes, ¿puede convertirnos en zombis? No, sólo nos volvemos zombis cuando nos muerden, pero ¡alerta! La peor actitud ante los zombis es la “laxitud”. Por lo que no debemos abandonarnos al desánimo, ni resignarnos ante el panorama actual.

Es indispensable mitigar la propagación zombi, ya que “este enemigo singular no toma prisioneros, ni deja a sus contrarios fuera de combate, sino que al matarlos los pasa a su lado”.

Y aquí es donde sí que podemos actuar, con la defensa de la aplicación de la verdad operativa más racional, eficiente y transparente. Y ya que los zombis tienen cerebro pero no lo usan, fácil es distinguirse, usémoslo para cambiar todo lo que no comprendemos y forzar que la logística deje de ser zombi.

Jordi Espín

jespin@transprime.es