La Unión Europea debería escuchar a todos los sectores para posibilitar una transición justa y realista.
Se puede decir más alto, pero no más claro. La transición energética hacia la descarbonización del transporte exige mantener y potenciar la neutralidad tecnológica. Así se puso de manifiesto, por enésima vez, en un encuentro sobre los nuevos combustibles alternativos. En este caso, en el VI Foro Corell.
La meta es de sobra conocida, pero hay más de un camino para llegar. Y no apostar en esta dirección, dando cabida a los combustibles renovables, que permiten seguir dando pasos hacia los ambiciosos objetivos fijados por Bruselas, es un error mayúsculo, que puede costar muy caro. La Unión Europea debería escuchar a todos los sectores para posibilitar una transición justa y realista, como se pretende, y no apostar el ‘todo o nada’ a una única carta: la electromovilidad.
Los datos hechos públicos durante este foro de la Fundación Corell son contundentes. Según el Índice de Transición de la Movilidad (MTI, por sus siglas en inglés), la electrificación del parque de vehículos requiere una inversión “inasumible”, que alcanzaría los 1,47 billones de euros hasta el año 2026 para poder alcanzar un 76 por ciento sobre el total y los 868.000 millones de euros para lograr tan solo un 32 por ciento.
Demonizar, como ocurre actualmente, los motores de combustión, que, con el uso de biocombustibles, permiten reducir hasta en un 90 por ciento las emisiones de CO2 en comparación con el diésel convencional, es un sinsentido.
Toca apelar al sentido común, que no siempre es el más común de todos los sentidos. Hasta que se consiga el objetivo de una movilidad cero emisiones, es necesario utilizar todas las soluciones disponibles que eviten una dependencia energética externa y que aseguren la descarbonización de todos los sectores.
Y en esta línea, Bruselas debería apostar por más incentivos para poder seguir dando pasos hacia la descarbonización y menos imposiciones.
La transición energética debe tener como base la neutralidad tecnológica. Y, como recordó la directora de Industria y Medio Ambiente de Anfac, Arancha García, “allá donde no llegue el electrón verde, tendrá que llegar la molécula verde”. No queda otra.