Una vez más parece cumplirse la vieja máxima de que “algo debe cambiar para que todo siga igual”. Es lo que está ocurriendo con la modificación de la LOTT, en trámite parlamentario. Más allá de que la reforma de esta normativa haya destapado las lagunas del nuevo equipo de Fomento que dirige la ministra Ana Pastor, con un profundo desconocimiento del transporte por carretera, el patito feo de los gobiernos de turno.
O de que una vez más se haya puesto de manifiesto la falta de unión del sector, incapaz de fijar una posición común y hacer valer sus reivindicaciones. Cuestiones que ya de por sí solas merecerían un análisis aparte, lo más preocupante es que se está perdiendo una nueva oportunidad para reconvertir el sector, excesivamente atomizado, e ir hacia un modelo de grandes compañías, con vehículos propios y conductores asalariados, para competir en Europa.
Y es que no es lógico que haya en España más de 100.000 empresas. Es necesario, por tanto, sentar las bases que permitan ganar músculo empresarial y poner fin, le pese a quien le pese, a las ‘falsas cooperativas’, auténticos “chiringuitos” que desvirtúan la libre competencia. Y la reforma de la LOTT aún podría ser la llave que abra esta puerta. Aunque siendo realistas, un sector estructurado, como Dios manda, dispararía los precios del transporte.
Y no están los tiempos para que se descuadren las cuentas. No en vano, donde lo que prima son los recortes y la austeridad, a nadie se le escapa que es la Oficina Económica del Gobierno la que marca la política a seguir. Y cuanta más competencia, mejor…
Ya ocurrió algo parecido con el plan de lucha contra el fraude del ministro Montoro. Tras anunciar que iba a excluir a la carretera del sistema de módulos, que favorece fiscalmente a los autónomos, echó marcha atrás. Y es que, al equiparar las reglas del juego, también se abría una singular puerta a la reconversión del sector, que terminará perdiendo un nuevo tren.
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