Aún no hemos llegado a ese novedoso escenario. Seguimos en el escalón intermedio entre la antigua y la nueva normalidad
Entre las numerosas consecuencias negativas de las crisis se encuentra una, quizá la menos trascendente, casi anecdótica, que es el sinfín de nuevos términos y eufemismos que pasan a convertirse en moneda de uso común. Clausurar la economía ahora se conoce como ‘hibernación’. Como si fuera el famoso oso Yogui en el parque nacional de Yellowstone, solo que sin Bubu y sin sus ricos emparedados.
Luego está el famoso ‘confinamiento’. Les confieso que uno de mis tíos lo ha transmutado en ‘confiscamiento’ y empiezo a barruntar que parte de razón tiene que llevar al llamarlo así. Pero, sin duda, el más exitoso es el de la ‘nueva normalidad’. Al cierre de esta edición, aún no habíamos llegado a ese novedoso escenario. Seguimos en el escalón intermedio entre la antigua y la nueva normalidad. Una especie de purgatorio cuya realidad supera cualquier previsión terrorífica en aquellas mentes infantiles de las clases de religión de la EGB. Precisamente, muchos de los discípulos de aquella prehistórica EGB conviviremos con esa nueva normalidad, en la que algunos aventuran que el hasta ahora habitual consumidor de productos en las tiendas físicas empieza a ganar papeletas para protagonizar algún documental de la BBC sobre especies en extinción.
El que está saliendo mejor parado de esta crisis es el comercio electrónico. Los volúmenes de las paqueteras se disparan. Su temporada alta de la Navidad ha vuelto por primavera. Los expertos apuntan a que todo este cambio de paradigma se va a consolidar a la salida de la maldita pandemia. Lo que era previsible para dentro de un lustro o dos, de repente ya está aquí. Y eso va a provocar un impacto a todos los niveles en nuestra economía, también en el sector del transporte y la logística, que deberá readaptar su estructura y sus flujos. Apasionantes tiempos los que nos esperan. ¿Cuándo no lo han sido? Eso sí, que llegue la vacuna cuanto antes.