Los programas electorales publicados por PSOE y PP en materia de transporte de mercancías son discretos, con ciertas diferencias. El PSOE coloca su prioridad en diseñar una política de transporte basada en la gestión, la calidad, la competitividad y la sostenibilidad y no continuar aumentando el tamaño de las redes de infraestructura, mientras el PP centra su discurso en la mejora de la gestión y desarrollar plataformas de conexión y acceso de los puertos a los corredores multimodales, actualizando políticas de incentivos fiscales para el sector. Será necesario conocer la herencia de los últimos ocho años, el estado de las cuentas públicas de Fomento y de sus empresas para saber cómo y cuánto hay para invertir y si será necesario alguna privatización. Lo indudable es que Fomento necesita a gritos optimizar su gestión, reducir estructura y apostar por un equipo gestor cualificado y con experiencia.
Es la hora de gestionar cada euro con delicadeza y de que España tenga una política clara de transportes e infraestructuras focalizada a vertebrar logísticamente la industria. Hay que reconvertir el transporte por carretera, apostar por reducir y equilibrar la fiscalidad, provocar la intermodalidad del mismo y lograr un mercado transparente y liberalizado en la prestación de servicios ferroviarios y postales. España necesita políticas que permitan al mercado evolucionar, sin injerencias. Hay que desterrar el café para todos. Hay que priorizar accesos a puertos y construir terminales, pero sólo las estratégicas, las que abaraten costes de transporte y logística. España tiene el camino abierto para convertirse en líder de la intermodalidad del sur de Europa, pero para ello hay que iniciar, con urgencia, las obras de los corredores ferroviarios, aprovechando la financiación europea junto con una mayor sinergia de inversores privados. Tras el 20-N, España necesitará gestión sin improvisación y políticas realistas para aumentar su productividad y la eficiencia del sistema de transportes.