Transición energética y competitividad empresarial deben ir juntas de la mano.
El objetivo para lograr la neutralidad en carbono a 2050 es un compromiso compartido por los sectores energético y del transporte de mercancías y la logística. Sin embargo, las vías para lograrlo es lo que genera muchas dudas, incertidumbres y retrasos en la descarbonización del sector. Junto con el desarrollo de las tecnologías que aporten las soluciones más sostenibles, tanto medioambiental como social y económicamente, la fiscalidad se sitúa como un elemento imprescindible.
Disponer de un marco estable y adecuado en el sistema impositivo es clave para poder planificar cuantiosas inversiones. La administración tiene que estar completamente alineada con las empresas en su transformación hacia las cero emisiones. Establecer impuestos adicionales supone poner palos en las ruedas.
La Asociación Española de Operadores de Productos Petrolíferos (AOP) ya dio la voz de alarma sobre la desconexión entre los objetivos medioambientales y la fiscalidad. La patronal advertía que establecer un impuesto permanente al sector energético, dando continuidad al gravamen temporal que finalizaba el 31 de diciembre, desalentaba unas inversiones de 16.000 millones de euros hasta 2030 para producir combustibles e hidrógeno renovables. Finalmente, y casi in extremis, dicho impuesto se suspendió.
Este desajuste también perjudica la extensión de los carburantes verdes, como el HVO, biodiésel o bioetanol, cuyas cargas impositivas son idénticas a los tradicionales combustibles. Y eso, pese a conseguir en 2023 un ahorro medio de emisiones de GEI del 82,8 por ciento con respecto a los combustibles fósiles sustituidos, según datos publicados por el Ministerio para la Transición Ecológica.
Esta situación provoca que España sea el tercer país de la Unión Europea con menor cuota de utilización de energías renovables en el transporte por carretera, incluyendo los combustibles verdes, con solo un 3,5 por ciento frente a una media comunitaria del 6,4 por ciento, según la estadística de Eurostat.
Transición energética y competitividad empresarial deben ir juntas de la mano. No sea que se quiera vincular la descarbonización con la desindustrialización.