Cada integrante de la cadena logística, desde la responsabilidad que tiene, está “dando el callo” ante la difícil situación
El Salón Internacional de la Logística y de la Manutención (SIL) de Barcelona es otro de los eventos de la inmensa lista que se aplazan por la pandemia del coronavirus. Primero de todo, pido disculpas por trivializar sobre las consecuencias del Covid-19 hace unas semanas en esta misma sección. Han transcurrido apenas dos meses cuando algún experto nos decía que la gripe común causaba más contagios y fallecimientos que el nuevo virus.
Y hace apenas un mes, quién nos iba decir que no nos encontraríamos en junio saludándonos dándonos la mano o con besos en los pasillos del pabellón número 8 de las instalaciones de Fira de Barcelona de Plaça d’Espanya.
El Consorci de la Zona Franca de Barcelona, organizador de la feria, no ha tenido más remedio que aplazar (que no suprimir) la cita logística. No se ha quedado, ni mucho menos, con los brazos cruzados ante la crisis sanitaria: el Consorci forma parte de un grupo de empresas públicas y privadas que ha empezado a producir bifurcadores impresos en 3D que permiten dar accesibilidad con un único respirador a más de un paciente afectado por el coronavirus. Paralelamente, impulsa, junto con otras organizaciones, el desarrollo del primer respirador mecánico de campaña fabricado mediante impresión 3D industrializable.
Cada uno, desde la responsabilidad que tiene en la cadena logística, está “dando el callo”: estibadores, prácticos, remolcadores, transitarios, agentes de aduanas, mozos de almacén y un largo etcétera de colectivos. Y no, no me olvido de los transportistas.
Mención aparte merecen los que se han convertido de villanos a héroes a ojos de la sociedad (que no nuestros) de un día para otro. Esperemos que el cambio de visión dure pospandemia. Nos veremos en el próximo SIL estrechando más manos que nunca y dando más besos que nunca en septiembre.