El plan de recetas para el negocio portuario trazado por la ministra Ana Pastor en enero ha sido tachado en una de sus grandes medidas por Hacienda. Salvo cambio de última hora, ampliar la vida de las concesiones de 35 a 50 años no será posible, truncando las expectativas de los concesionarios que tienen previsto acometer inversiones por 800 millones de euros en 2014, según los datos de Fomento.
Estibadores de graneles, carga rodada o contenedor tenían la sana expectativa de sumar unos buenos años a sus cuentas de explotación con los que optimizar sus balances logrando así mayor rentabilidad ante los fuertes costes de explotación en los que se hayan inmersos. Queda en el aire el efecto perverso que suponía aumentar los plazos para asegurarse el negocio y blindarse ante el futuro, dejando sin posibilidad articular una nueva competencia en los puertos.
En España estamos asistiendo a un periodo crítico en la historia de la estiba en España. El cambio de cultura y la transformación del negocio en un sector convencional de la economía española está en camino gracias a la modernización de sus estructuras con la llegada de las grandes multinacionales a nuestras dársenas. Debe ser posible.
Tanto Administración como empresas deben seguir dando pasos, porque no resulta suficiente la inclusión de ligeras mejoras en las tasas para 2014. La incertidumbre que genera sobre el negocio la alianza naviera P-3 o las expectativas de nacimiento de otros consorcios vienen a generar un océano de tensión para un negocio inmerso en el suspense que sigue produciendo que Europa haya sacado los colores al modelo de estiba, llevando al Reino de España a los tribunales.
De fondo queda la gran tiniebla: la evolución del tráfico. La reducción de costes se hace vital. Atraer tránsitos eleva la conectividad de nuestros puertos y con ello el comercio exterior ganará. Diálogo con reformas deben ser ejes de la nueva ‘Marca España’ para la estiba. Estamos a tiempo.