El sector del transporte y la logística ha visto colmada una vieja aspiración con la creación de la Secretaría de Estado de Transportes dentro del nuevo organigrama del Ministerio de Fomento. El nuevo estatus del negociado de Palao, que se equipara así a Infraestructuras y Planificación, es un reconocimiento de la importancia que este sector tiene para la competitividad de la economía española.
El Transporte siempre había quedado relegado a un segundo plano en los diferentes ministerios del ramo habidos desde 1977. Con esta decisión, aunque tarde, se ha hecho justicia. Es un hecho constatable que la ‘niña bonita’ de esta cartera era la Infraestructura, que es donde está la ejecución de las inversiones, lo que más glamour otorgaba a los ministros de turno. Pero lo cierto es que de muy poco valen estas inversiones en carreteras, puertos, aeropuertos y ferrocarriles si no existe una política que vertebre la mismas, un órgano que escuche la voz de los usuarios de la citadas infraestructuras, que en el caso que nos ocupa no son otros que las empresas de transporte en sus diferentes modos, pero un órgano que se sitúe al mismo nivel jerárquico que aquél que gestiona y se gasta los dineros.
Sobre el papel, con la nueva Secretaría de Estado, este histórico e injusto desequilibrio entre Transportes e Infraestructuras ha desaparecido, con lo que es de esperar que la política y las inversiones en la materia vayan de la mano. Si su condición de ‘patito feo’ del ministerio fue alguna vez un obstáculo para la puesta en marcha de políticas proactivas en el sector, ésta ya no existe con la creación de la Secretaría de Estado, por lo que no habrá lugar a excusas. Alvarez aseguró en la toma de posesión de Palao que esta Secretaría “significa ampliar nuestra capacidad de acción como Ministerio de Fomento para trabajar por un transporte más moderno, seguro y con más posibilidades de desarrollo”. Ahora, la ministra sólo tiene que demostrar que se cree lo que dice.