La pluma gruesa de Trump traza un plan imperialista que a Europa pilla en la peor crisis existencialista de su historia
Tariffman, “hombre arancel”, ya está en la Casa Blanca. Aunque el rotulador de trazo grueso que esgrime para firmar sus órdenes aún no ha señalado partidas arancelarias, la amenaza está ahí. En septiembre anunció un arancel del 60% a las exportaciones chinas, y de un 20% al resto del mundo. Luego elevó la apuesta a los chinos hasta un 70%, y reenvidó con un 25% a México y un 25% a Canadá. En diciembre respondió al plan de los BRIC de crear su divisa de comercio internacional con un 100% de arancel, y otro 100% a los mexicanos.
Tienen que pasar muchas cosas para que estos planes salgan adelante, y al final siempre se materializan con “adaptaciones realistas”. Por ejemplo, China reaccionará prohibiendo la exportación de minerales críticos para la industria estadounidense. Pero esta guerra no es nueva. Biden ya la mantenía. Ahora bien, Trump solo tiene un mandato por delante, el de su “legado”, y se dejará el resto para cumplir sus promesas imperialistas.
Durante su primer mandato, Trump aumentó los salarios, contuvo la inflación y, aunque no creó tantos puestos de trabajo como Biden (pandemia mediante), se mantuvo en el ritmo de Obama. De sus aranceles apenas se benefició el PIB con un 0,3%, pero Trump ganó muchos votos en Estados que hoy le veneran. La política abusona conviene a Trump, muy poco a su economía, y nada de nada a Europa. La UE afronta este contexto en plena crisis económica, con el motor alemán ahogado; y también existencial, con olas de euroescepticismo en Italia, Francia, Holanda, Austria… En la guerra comercial de Trump, el mayor perjudicado será la economía europea, y el segundo la americana. China apenas sufriría, ya que tiene fuertes cimientos en los mercados emergentes, África y Latinoamérica. Pero en esta nueva realidad, el que siempre sale ganando, aunque parezca un chiste de mal gusto, es Trump.
Javier Miranda Descalzo
javier.miranda@grupoxxi.com