Transfesa, controlada en un 51 por ciento por el gigante alemán DB, está preparando su desembarco en la tracción para 2009. A través de su filial Activa Rail se ha hecho con ocho locomotoras para arrastrar los trenes de piezas que salen de la factoría de Ford en Valencia con destino a Alemania e Inglaterra.
La decisión de Transfesa de darse tracción propia, un hecho normal en un mercado liberalizado desde enero de 2005, es seguro que dejará un sabor amargo a Renfe, que ostenta un 20 por ciento de la compañía que preside Emilio Fernández.
Hay que tener en cuenta que los citados trenes de Ford, un contrato que ostenta Transfesa, son ahora arrastrados por Renfe desde Valencia hasta la frontera con Francia. La decisión de Transfesa de disponer de tracción propia supondrá un varapalo para la pública Renfe ya que sufrirá una reducción importante en sus ingresos y en sus tráficos.
No hay que olvidar que la pública suma como propios los tráficos de terceros a los que sólo presta la tracción. Conviene recordar las palabras de Emilio Fernández, presidente de Transfesa, cuando DB se hizo con el control de la española: “DB tiene vocación de aprovechar todas las oportunidades de tracción que le dé (Renfe).
Pero también es cierto que tiene que haber una respuesta a tiempo. No se puede pensar que el ferrocarril (en España) va a seguir operando con los mismos parámetros dentro de cinco años”. Esos parámetros referidos a Renfe no son otros que 17 kilómetros a la hora, 2,2 horas de conducción por hombre y día, 2.500 kilómetros al mes de media recorridos por vagón, además de un aumento de los precios de la pública para defenderse de la liberalización.
En este contexto, no es de extrañar que Transfesa y DB hayan decidido darse tracción propia, lo que no quiere decir que no sigan colaborando con Renfe en otros tráficos. Esta decisión debería servir de acicate para Renfe, pero su historia más reciente demuestra que la pública no termina de aprender.