No parece la mejor época para darse de tortas y echar la soga al cuello del competidor, sino de tender la mano y desplegar puentes emergentes que permitan abrir nuevos espacios de entendimiento en el negocio del transporte y la logística en España. La competencia es sana, positiva y lógica en una economía de mercado, pero también es muy interesante que grandes compañías del sector apuesten por la unidad empresarial como herramienta para combatir la crisis.
Hoy las alianzas estratégicas son una llave para asegurar el crecimiento. Es el caso de Noatum y Algeposa, que acaban de poner una pequeña pica en Bilbao de lo que en un futuro será la hoja de ruta de otros negocios en común en los puertos españoles, o de las posibilidades que se escenifican en Algeciras entre dos megacarriers, como Hanjin y Maersk. El negocio del transporte y la logística en España busca, desde hace años, su propio banderín de enganche, su seña de identidad, un campeón nacional que oriente el discurso de la industria del transporte, que se envalentone contra despistados políticos de turno y reclame las infraestructuras estratégicas que necesita España para elevar su competitividad y salir del pozo al que un Gobierno desnortado nos lanzó en los últimos años.
La unidad empresarial hay que reclamarla entre todos los colectivos que forman la industria logística en España. El negocio necesita una nueva cultura económica y la logística es un mecanismo de unión que debe auparnos a ser plataforma interoceánica de distribución de mercancías desde el sur al norte de Europa, hacia África, Asia y América. Es la hora de la autocrítica, de los gestores y de eliminar la nauseabunda sopa de letras asociativa que mareó al sector en la última década. El negocio tiene hoy aún la oportunidad de reconvertirse, con diversificación e internacionalización y con un know-how que está entre los estándares de la industria mundial. España necesita más mercado, mejor mercado.