La creación de un espacio social y económico común en Europa, uno de los principios fundamentales con los que se creó la UE, continúa siendo una asignatura pendiente tras más de medio siglo desde sus orígenes. La cuestión no es baladí.
La falta de armonización ha dejado la puerta abierta a la competencia desleal en un mercado globalizado, donde la competitividad es un factor importante para lograr avances en la comercialización de los productos.
Una realidad presente en numerosos sectores de actividad, que ha empezado a hacer estragos en el transporte por carretera, muy castigado por la crisis. El sistema empleado para la realización de estas malas prácticas es muy sencillo.
Grandes empresas de transporte aprovechan las fuertes diferencias salariales entre los Estados miembros para utilizar conductores de filiales ad hoc abiertas en países con unas condiciones de trabajo más ventajosas, que en la práctica desarrollan su actividad principalmente fuera del lugar elegido para su implantación.
Son las actuales reglas de juego, por lo que se antoja complicado poner puertas al campo, pero este no es el camino para construir la Europa del mañana, en riesgo de ruptura. Hoy, más que nunca, urge una política común, no sólo en el transporte.
Lo que no puede ser es que cada país haga de su capa un sayo. Sobran los ejemplos. El más polémico, en el punto de mira de la CE, es la nueva legislación francesa que prohíbe realizar el descanso en el camión con multas de hasta 30.000 euros y un año de cárcel, lo que es una auténtica barbaridad.
También podría sumarse a la lista la nueva tasa del Reino Unido para transportistas extranjeros, que Alemania también estudia, o el ‘peaje de tránsito’ aprobado en Francia, por no hablar de las diferentes interpretaciones de una misma normativa. La nueva Comisión Europea, que está empezando a dar los primeros pasos, tiene trabajo por delante.