Volvo Trucks de Norteamérica ha mandado a casa a 1.100 de los 2.900 empleados de su fábrica de New River Valley, en Virginia (EEUU), donde se construyen no sólo los camiones del constructor sueco sino también los de su filial local Mack Trucks, alegando que la medida obedece a la caída de la demanda de camiones pesados en el mercado norteamericano.
La noticia ha originado un cierto desconcierto en medios industriales, puesto que no hace mucho que, tras una huelga que paró la producción de la fábrica citada durante más de un mes (febrero del año en curso), Volvo anunciaba a mediados de marzo que se iba a reanudar la producción a un ritmo de 146 camiones diarios, frente a los 100 que habitualmente salían de las cadenas de fabricación de las instalaciones de Virginia, con el objeto de poder reducir las demoras que se habían producido por la huelga en las entregas.
Apenas un mes después, Volvo sorprende a propios y extraños anunciando que despide a 1.100 trabajadores, lo que hace pensar que ya ha debido quitarse de en medio las unidades pendientes de entrega. Marten Wikforss, responsable de comunicación corporativa del grupo, ha dicho que se trata de un despido temporal para “ajustar nuestros recursos a la evolución de la demanda”.
Parece lógico pensar que, al entrar sus trabajadores en huelga, Volvo aprovechó la coyuntura para no poner en marcha los despidos anunciados, ya que eran los propios trabajadores los que se autodespedían y los sindicatos los que iban a pagar sus salarios. Así, tras firmarse el acuerdo con los huelguistas y reintegrarse éstos al puesto de trabajo, Volvo les ha mantenido hasta recuperar los retrasos de producción, conseguido lo cual, ha mandado a casa no a los 650 anunciados, sino a 1.100.